No pienso cambiar casa mía por una caja de cerillas. Si no hay acuerdo, estoy dispuesto a llegar muy lejos. Así de rotundo se muestra José Rísquez, propietario del inmueble ubicado a la calle Tiana número 8. Una casa de dos plantas que tiene que ir a tierra, según el Plan especial de Mejora Urbana (PEMU) del barrio de la Llàntia, las obras del cual han empezado esta misma semana. Los trabajos de remodelación afectan parte de las edificaciones existentes a la isla comprendida entre las calles de la Levantina y del Masnou, y prevén la construcción de un nuevo vial para peatones entre las calles de la Virgen de Guadalupe y del Masnou. Las dos operaciones confluyen prácticamente a la vivienda de en Jose, que según el planeamiento tendría que haber marchado hace tiempo. De hecho, las viviendas adyacentes a su ya han sido derrocadas. Pero él y su esposa no sequieren ir.
El unic que nos ofrecen a cambio de casa nuestra son pisos pequeñísimos asegura Jose Rísquez, un jubilado que llegó a Cataluña hace 43 años (cumplió el servicio militar en Olot y decidió quedarse) y yahace 36 que se hizo construir casa suya a la Llàntia. Acepta a regañadientes que derroquen su hogar, pero no quiere ni pensar al marchar de su barrio de toda la vida ni instalarse en un piso: No quiero pagar escalera, ascensor y perder toda la libertad que tengo en casa. Sólo pido el qué tengo ahora. Rízquez, que durante bastantes años ha sido el presidente del casal de abuelos de la Llàntia, explica que hasta el día de hoy no ha recibido excesivas presiones por parte del Ayuntamiento, pero que se llevó un buen susto con los trabajos de escombro de las casas del lado. Entraron de buena mañana con la excavadora, sin aviso previo, lo echaron todo en tierra y lo dejaron hecho un desastre. Como llueva fuerte se me inundará toda la casa denuncia.
A cuatro pasas de la vivienda de en Jose, a la calle del Masnou, hay la casa de Maria Todón, que también tiene que ir a tierra según marca el PEMU. La Maria, que compró la casa hace unos 20 años, era una de las últimas vecinas resistentes de la Llàntia, pero ha acabado llegando a un acuerdo con el Ayuntamiento. Finalmente se han traído bastante bien conmigo. Me he podido quedar con un buen piso explica esta vecina. Aún así, todavía lo entristece marchar de casa, una pérdida que sabe irreversible desde hace más de 4 años, cuando conoció que las líneas del PEMU estaban trazadas justo por encima de su hogar.
A 15 céntimos el palmo
El PEMU también afecta el vecino más antiguo e ilustre del barrio. Es Isidre Llovera, que una vigilia de Navidad del año 1934 se instaló con su familia a la casa de la Boixa, que actualmente da nombre en la calle donde se encuentra situada. Ahora el Ayuntamiento lo envía a un piso de nueva construcción a la plaza de Can Xammar. Hace un año que metendría que haber ido, pero el piso nuevo todavía no está acabado explica Isidre, de 85 años, quienes no ve con malos ojos el cambio: Esta casa es demasiado grande por mi mujer y para mí, y ya estoy cansado de tanta subida y bajada. Isidre las ha visto de todos colores al barrio, desde la época en qué todo era sembrado hasta las actuales reformas, pasando la llegada de la primera oleada migratoria durante la década de los 50, mayoritariamente andaluces y extremeños, la segunda, que empezó hace unos 20 años, procedente de un sur más lejano, y la construcción del nuevo barrio de la Vía Europa, que tapó la Llàntia de la mirada de muchos mataronins .
Isidre aprovechó la necesidad de los reciente llegados de edificarse una casa para venderlos parte de sus terrenos, que se extendían a lo largo de toda la calle de la Boixa. Recuerda que las primeras parcelas las vendía a 15 céntimos el palmo y que en aquella épocahabía tiendas que premiaban la fidelidad de sus clientes con un ticket que valía por un palmo de terreno. A lo largo de los años, La Boixa se ha usado de tienda para vender las hortalizas que cultivaban, de merendero (cómo se conocían popularmente antes las zonas de picnic) o de bar camuflado bajo una licencia de corte de cerdos. Ahora pasará a ser propiedad del Ayuntamiento, a pesar de que su función todavía está para decidir.
Un saco de cemento a la semana
La Piedad, la Aurora y la Maximiliana pasean por las calles estrechas y empinados del barrio como suelen hacer muchas tardes desde hace más de 40 años, cuando llegaron procedentes de Andalucía y de Castilla y León. Celebran el inicio de las obras de remodelación, prometidas desde hace mucho tiempo, y sólo desean tener salud para poder verlas acabadas. Rememoran sus inicios a la Llàntia con la nostalgia de un tiempo perdido. Nos ayudábamos todos los unos a los otros pero este espíritu de colaboración se ha ido perdiendo mica en mica explica la Piedad. La rutina de muchas familias recién llegadas al barrio era pasarse toda la semana trabajando, comprar un saco de cemento con la paga y exprimir-lo a fondo durante el fin de semana para construirse, con sus propias manos, un hogar. Poco a poco, la Llàntia se convirtió en el qué es hoy en día, un barrio con espíritu de pueblo, donde todo el mundo se conoce yhace vida sin necesidad de bajar a Mataró, como dicen algunos de sus habitantes.

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Un paisaje inusual
En Joaquín Roldàn, un manchego instalado a la Llàntia en 1964, nos conduce por los puntos más recondits del barrio, como la calle de la Levantina, un sinuoso y malogrado pasaje de gran pendiente, donde todavía quedan restos de muros construidos con material reaprofitat otras obras. Por las parcelas de los edificios derrocados o medio abandonados, en medio del silencio, campen los gatos busca de comer. Un paisaje inusual en Mataró, al cual le queda poco tiempo de vida gracias a las obras del PEMU. Con la Vía Europa y todos los nuevos pisos nos hemos quedado aquí anclats constata en Joaquín, no somos un barrio de paso, nadie nos ve, y por eso han tardado tanto a ponerse manso a la obra y arreglar todos estos desgavells.
Las casas adyacentes a la vivienda de Jose Rísquez ya han sido derrocadas
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