Manuel Mas y Estela

Roma

Fui invitado a participar en el Grupo de Amistad Parlamentario Hispano-Italiano, sustituyendo un compañero del Grupo Parlamentario Socialista (GPS) que nopodía asistir, a la reunión que se celebró en Roma, en el Parlamento italiano, a Montecitorio, los pasados días 5 y 6 de mayo.

A nadie se le esconde que tener la posibilidad de ir unos días a Roma, por primavera, es un gozo nada despreciable. La Ciutat Eterna es una joya histórica, cívica, artística y urbana que siempre vale la pena visitar y disfrutar. Y, además, yendo con una delegación oficial en una sesión de trabajo de nivel parlamentario, puedes tener ocasión de establecer contactos, participar en reuniones e ir a lugares especialmente interesantes alejados de las típicas visitas turísticas.

Los grupos de amistad parlamentarios son grupos reducidos establecidos entre Parlamentos con representación de todas las fuerzas políticas existentes en el suyo si por ambas bandas que, más o menos, un par a veces al año se reúnen, ahora aquí, ahora allá, para debatir temas de interés común. A mí me han adscrito al grupo de amistad con Argelia que se acaba de constituir. Supongo que por mi condición de portavoz de la Comisión de Industria Turismo y Comercio, la dirección del GPS ha creído que fuera adecuado que extendido en este grupo puesto que el principal tema que tenemos con aquel país es lo suministro de gas.

En el encuentro que estoy reseñando los temas tratados fueran: el terrorismo internacional, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, y las relaciones bilaterales entre España e Italia. Excepcionalmente, encontrándose el Presidente del Congreso de Diputados a Roma, la reunión fue abierta por los Presidentes de las dos Cámaras, el Sr. Marín por la parte española, y el Sr. Casini por la italiana.

Me correspondió el honor y la responsabilidad de ser el relator por la parte española de la ponencia sobre el desarrollo del P.E.C. (Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento adoptado por la Unión Europea en 97 y recientemente modificado). A la otra banda fui correspondido por el viejo diputado Nerio Nesi (de 80 años), muy conocido a la política italiana, puesto que se lo tildó hace tiempo como “il banquero rosso” porque, a pesar de ser de izquierdas, fue Presidente de la Banca Nazionale di Lavoro (este días a nuestros diarios por la operación de compra que lleva a cabo el BBVA). La reflexión que propuse iba en la línea de reconocer la dificultad que tienen, o el difícil que lo ponen, el estados nacionales para continuar cediendo soberanía hacia la Unión Europea, en el último reducto que los queda de política económica cómo es la política fiscal y presupuestaría. Los franceses por que quieren mantener la “fuerzo de frappe”; los alemanes por que son aportadors limpios a la solidaridad europea; los italianos, sorprendentemente, porque dicen que los faltan infrastructures; los portugueses por que acaban de cambiar de gobierno... Toda esta resistencia ha traído a relajar las condiciones establecidas el 1997 para acceder a la moneda única: máximo 3% de déficit presupuestario anual sobre el PIB, y no más del 60% de deuda pública, también sobre el PIB. En España este tema también ha sido motivo de debate. El Gobierno actual se ha movido respete el fundamentalismo estricto que mantenía el anterior Gobierno del PP. Ahora se piensa, y así lo ha aprobado la actual relación de fuerzas al Congreso, que hay que actuar según el ciclo económico. Y, a la vista del que hacen nuestros socios europeos, esta posición es más acertada puesto que podríamos haber acabado siendo más papistas que el Papa (esta anotación hecha a Roma era especialmente adecuada).

La posición gubernamental italiana fue enérgicamente defendida por la diputada florentina de Forza Italia, Monica Balde. Justo es decir que resultaba chocando, como mínimo, ver a una representante de la séptima economía del mundo exponer que necesitaban mantener el déficit y el volumen de deuda para construir las infrastructures que todavía los faltan. Qué tipo de argumentos tendrán que emplear, pues, los nuevos estados de los países del Este que se acaban de incorporar a la Unión Europea y que tienen unos niveles de equipamientos y desarrollo muy inferiores a los de los países constructores iniciales de Europa? La delegación española, y también muchos compañeros y conocidos con quienes he comentado esta posición, pensó que era una expresión más de la política italiana. Los últimos acontecimientos, elecciones en Alemania, y referéndum en Francia ponen más tensión a este tema, puesto que abierta o soterradamentestá presente.

El encuentro me sirvió para hacerme una ligera idea de la Camera dei Deputati italiana. Mucho más grande que la española en número de componentes (617), tiene el mismo número de Grupos políticos (8), mucho más distribuidos que a casa nuestra, puesto que los dos primeros tienen sólo el 28% y el 21% del total (en España suman el 89%) y el Mixto té 61 diputados de ocho partidos diferentes, fruto del fraccionamiento que se produjo hace unos años de los partidos tradicionales, el que obliga a unos juegos de alianzas permanentes con las sutilezas propias del país, y en un hemiciclo “escénico”. Están al acabamiento de la legislatura, y ya está hirviendo qué será el futuro de la governança italiana. Me va sobtar la movilidad que tienen los grupos parlamentarios: ninguno de ellos –excepto el mixto– acaba el mandato con el mismo número de Diputados/des con que empezó, todoshan perdido.

Para acabar. Tuve tiempo de pasear por Roma. Qué locura! Una gernació de visitantes llenándolo todo. Las calles y las plazas, los museos y las iglesias iban a tope. Hemos convertido las ciudades históricas, mercedes a la democratización del turismo, en grandes parques temáticos donde se mezcla la historia, el arte, el comercio, la gastronomía y el ocio. Imposible ver con tranquilo•litat los museos del Vaticano un sábado por la mañana. La Capilla Sixtina parecía el mercado de Calaf. Todo el encanto de la Fontana di Trevi quedaba desvanecido cualquier atardecer por la muchedumbre de gente que sereúne. Y, a pesar de la perspectiva de las escaleras, la “barcaccia” de la Piazza di Spagna quedaba espeluznada por las cabezas de turistas venidos de todo el mundo. Ah, y las tiendas... impresionantes. Pero, a pesar de todo, vale la pena ir.

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