Judith Vives

Salvar Terminator

Por aquellas cosas de la cartelera, a las pantallas coinciden actualmente dos seqüel·les de sagas cinematográficas de gran éxito que invitan, además, a hablar sobre las ideas renovadoras que llegan a Hollywood provenientes otros ámbitos como el televisivo. Así, si la preqüel·la de Star Trek que ha firmado J.J Abrams ha abierto todas las esperanzas al surgimiento de una nueva generación de cineastas, el nuevo capítulo de la saga Terminator que ha dirigido McG parece confirmarlo cómo otro de los nombres a tener en cuenta en esta nueva fornada de directores de cine de acción más comercial.

McG ha contado con la inestimable colaboración del reputat guionista Paul Haggis, que contribuye a hacer de este Terminator: Salvation una digna continuadora de una saga emblemática dentro del cine de ciencia-ficción. Haggis plantea una complicada trama que se basa en el juego de viajes temporales que servía de punto de partida de la serie, y la sabe cerrar con una habilidosa solución argumental que, además, está rellenada de referencias y clicadas de guiño a los fans. Con este sólido guion en las manos, McG se ha podido dedicar a la cosa visual, que es su grande fuerte, tal y como quedó claro con su versión personal de Los Ángeles de Charlie.

Coherente, como Haggis, con la línea marcada por el primero de los Terminators, McG ha optado por una estética "austera" y seria que, no obstante, no ahorra recursos y efectos especiales para mostrar el futuro desolado y apocalíptico de un planeta dominado por las máquinas. Terminator: Salvation, en este sentido, recoge curiosas y variadas influencias que van desde Mad Max hasta los mundos virtuales de los videojuegos. Pero al mismo tiempo McG se mantiene fiel al espíritu de los anteriores Terminators, especialmente el film originario. De aquella película rescata McG las imágenes recicladas de un Schwarzenegger que reaparece convertido en el primitivo T800 por obra y gracia de los efectos digitales, en una de las muchas piruetas visuales del film. Este exceso de artillería visual acaba siendo tanto el punto fuerte como la debilidad de una película que puede hacerse pesada, pero que también se tiene que reconocer como un intento de dignificar en género y hacerlo, cosa todavía más difícil, a partir de una cuarta parte dirigida por encargo.

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