Se ha acabado la fiesta
La sociedad del bienestar va camino del desahucio ante la inquietud colectiva y la sorpresa generalizada del qué ha pasado, cómo ha podido suceder que un ayudante de obra se pudiera comprar un Audi y ahora tenga que luchar por los 420 euros mínimos que le permiten llegar a final de mes, del whiski a la caña de cerveza de marca blanca. Ni era normal aquello ni lo es esto. La sociedad del bienestar, por el que se ve, ha consistido en que unos cuántos consuman porque la maquinaria gire, mientras otros, putejats, afanan en flotar en el día a día. Entremedias, por razones diferentes, todos insatisfechos. El más jodido de todo, pero, es este pesimisme colectivo que nos empapa a los europeos y que demuestra que el proceso de idiotització a que nos han sometido está dando fruto. No olvidamos que durante muchos años, Europa ha sido modelo al lograr derechos y referente del mundo. La libertad, la igualdad y la fraternidad desde la perspectiva política nacen a nuestro continente y se exportan en el planeta. Ahora, un golpe concluida la fiesta del exceso y la abundancia, cuando vemos que no volverá a ser igual, quizás haría falta acción y reflexión. Acción, porque el día a día no deshaga todo el que se ha conseguido socialmente. Reflexión, para ver qué modelo queremos de cara al futuro: otro golpe el espejismo, la caverna de Platón, o una verdadera sociedad más justa y pionera, ser un referente para el mundo, no la urbanización de lujo de los explotadores, el puticlub de los poderosos.
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