En la última visita del presidente de la Generalitat, Artur Mas, en Mataró, con motivo de la campaña electoral de las municipales, la única empresa de la ciudad que visitó fue Massana. Esta firma textil, con casi 60 años de historia, se mantiene hoy de pie y con fuerza, al contrario que otras muchas empresas históricas del sector. Mas puso de referente Massana como ejemplo de industria textil catalana "que está viva y se ha modernizado", especialmente por su vocación de internacionalización.
"El mercado principal sigue siendo el español, pero la exportación ya llega al 30%", explica Xavier Zaera, director comercial de Massana. La firma, especializada en ropa homewear cuenta hoy con 4.000 clientes en todo el mundo. Exporta en países como Rusia, Canadá, Hong Kong, México, Liban, Arabia Saudí, Kuwait, Estados Unidos, Perú Chile y Corea. "Siempre hemos tenido mentalidad exportadora, ya éramos internacionales en 70 y 80, pero a mediados de los 90 sufrimos mucho y nos quedamos atrás", recuerda Zaera. En una época donde era conocida como marca de clubes como l'Espanyol o el Juventud de Badalona, la empresa mataronina consiguió la licencia para distribuir en exclusiva todas las camisetas y piezas de género de punto con la anagrama de los Juegos Olímpicos de Barcelona y su mascota, Cobi. Facturaron muchísimo, pero cuando se acabó el boom del 92, Massana tuvo que hacer frente a una estructura sobredimensionada para un mercado en recesssió.
Esta fue la primera gran crisis que tuvo que afrontar la empresa mataronina, que también ha sobrevivido al hundimiento del sector textil en España y Europa y a la posterior crisis económica global. Esta última lo ha capeado precisamente dando el salto a la internacionalización. "Si no lo hubiéramos hecho, hoy no seríamos aquí", resuelve Zaera. "No podemos decir que estemos mejor que hace cinco años, pero gracias a esto hemos podido aguantar la sacudida", añade José Jiménez, director de fabricación. Desde 2008 la empresa ha tenido que reestructurarse de nuevo reduciendo plantilla e instalaciones, pero al contrario que otras muchas ha podido mantenerse.
Trabajo con productores locales
Hoy la empresa cuenta con 75 empleados y 70 agentes comerciales -muchos de ellos a países como Francia o Italia- además de generar unos 150 puestos de trabajo indirectos. En el polígono de Pla de en Boet tiene su sede central y el almacén desde donde opera toda la logística, clave en el negocio. La empresa tiene una planta de confección en el Marruecos, que los permite competir en precio con las emprendidas rivales, pero trabaja con tintoreros, estampadors y filadors de Mataró y del Maresme. "Por cada persona que tenemos en el Marruecos indirectamente en Mataró trabajan dos", asegura Jiménez. Zaera, por su parte, constata que Massana sigue siendo, por ante todo, una empresa de confección de género de punto: "Por mucha robótica e innovaciones tecnológicas que se apliquen, seguimos siendo un sector semiartesanal, y detrás de la fabricación de un pijama siempre hay personas".
Competencia feroz
Massana centra sus esfuerzos en el diseño y la innovación, especialmente en sus tejidos, buscando combinaciones de hilos y materiales diferentes que aporten más suavidad y ligereza, que se adapten más a las necesidades del cliente. Es la única vía para sobrevivir a la competencia, al tipo de empresa que se está imponiendo en el sector del homewear. "Son importadores de producto de China o el India, que no tienen una marca potente pero montan un poco de estructura comercial y una colección con cara y ojos que es muy competitiva en precio", explica el director comercial de Massana. Muy pocas empresas históricas han podido hacer frente a esta situación de mercado; de hecho Massana es una excepción que confirma la regla ante el alud de firmas similares, a la ciudad y en el país, han tenido que plegar velas.

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Un regreso relativo
Desde Massana se muestran un poco escépticos con los mensajes optimistas que llegan de la patronal y la administración sobre un posible "regreso" del textil en el Maresme. "No creo que se esté volviendo a generar industria al territorio", apunta Jiménez. Echan de menos una red de talleres "legalizados de buena ley", y también todo el personal calificado que la crisis ha hecho perder: cosedores, tejedores, estampadors... "Si hoy quieres uno, como mínimo tiene 55 años, no ha habido recambio", lamenta Zaera.
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