Hay una creencia bastante generalizada de que la época más envidiable de la vida es la juventud. Pero hay circunstàncies que nos hacen pensar que no es así.
La infancia es una época, más o menos regular, en la cual hay un sentimiento de que todo es fácil y posible sin ningún planteamiento realista de futuro El niño se siendo protegido y sus necesidades están totalmente satisfechas por sus padres, circunstancia que cambiará en el momento de dejar esta primera etapa de la vida y empiece a hacerse adulto.
La madurez adulta podríamos decir que, a pesar de todas sus fases y posibles crisis, también es un periodo regular, durante el cual las personas podemos tener una sensación de estabilidad.
Entre las dos encontramos la adolescencia y la primera juventud, tiempo crítico de ruptura y desorientación, puesto que se deja el cómodo territorio infantil mientras se avanza hacia un terreno desconocido que produce muchos interrogantes, dudas y miedos.
Las vivencias negativas se potencian porque el ser humano todavía no tiene las herramientas necesarias para enfrentarse a unas responsabilidades y experiencias nuevas mucho más riguroses que todas las vividas anteriormente. El funcionamiento mental que filtra el impacto de los hechos que pasan al nuestro cercando todavía no es suficientemente maduro para defender al sujeto de los golpes emocionales que pueden sobrevenir del entorno. Por eso los cambios de humor y la tristeza son estados muy frecuentes y pueden llegar a producir depresiones y pensamientos de muerto.
El adolescente experimenta este estado precario con inseguridad, introversión, pesimismo, culpabilidad, infravaloración, hostilidad y aislamiento; necesita pertenecer a grupos de iguales con los cuales sentirse aceptado y comprendido. Tiene desconfianza y dificultad para adaptarse a las nuevas demandas afectivas, relacionales y a los requerimientos de las actividades académicas.
Hay diferencias entre los chicos y las chicas. Las chicas exteriorizan los cambios emocionales con más frecuencia e intensidad; tienen más insatisfacción con sí mismas así como más ansiedad y propensión en estados depresivos. Los chicos, en cambio, manifiestan más desmotivación, indisciplina, problemas de adaptación y agresividad, así como insatisfacción generalizada.
En este momento evolutivo tan delicado es cuando hay más peligro de que se produzcan desequilibrios psíquicos cómo: fobias, crisis de angustia, transtornos de la personalidad, adiccions
Es cierto que muchos jóvenes llegan a la vida adulta sin grandes dificultades, pero no tenemos que perder de vista que este periodo no es fácil y comporta unos ciertos riesgos.
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