Ramon Bassas

Toros catalanes

Poco antes de acabar en 2009, en plena discusión sobre la prohibición de los toros al Parlamento de Cataluña fruto de una iniciativa lesgislativa popular, el periodista Manuel Cusachs explicaba muy bien a Renacuajo qué había sido la tradición mataronina en la fiesta, de acuerdo con el que explica el historiador Joaquim Llovet y el testigo de Ramon Salas. A finales del siglo XIX, más o menos donde es ahora la Plaza de Can Bergada, seinstalaba un 'toril'. También me habían dicho que el desparegut bar denominado Los Toreros (C. St. Joaquim esquina con C. Altafulla, de nombre real 'Café Popular') recibía este nombre porque los toreros que venían a Mataró, de poca categoría, venían ya vestidos desde el tren y separaban a tomar el que fuera antes de participar en alguna de las 'corridas'. De hecho, los primeros datos conocidos sitúan en tiempos del rey Joan Y (final del siglo XIV) el inicio de la afección a los toros en Cataluña, vinculada siempre en las fiestas populares y amenazada, ya desde hace siglos, por papas o reyes, como los de la dinastía de Borbón.

La primera reacción ante la fiesta de los bravos, desengañémonos, es estética. El que por unos produce una gran atracción estética, es decir, que pone expresión a algo que no podemos decir mejor de ninguna otra manera, que nos consuela y se nos escaparía si no lo hiciéramos, en otras produce repulsión estética. La sangre, el peligro y una cierta angustia actúa de revulsivo. A continuación, todosencontramos más pies en el gato.

A quien le gusta podrá teoritzar-lo, podrá generar más producción estética (el paso-doble, las obras de Picasso o Barceló, la poesía taurina, las vinculaciones con las mitologías cretenca y griega, la seducción sexual, la propia literatura taurina...) ydefenderá su pervivencia por dos razones, fundamentalmente. Una, por la necesidad simbólica que tenemos las personas al expresar y vehicular según que, en este caso, las luchas, la violencia, la relación con la natura, la tensión humana ante todo... Dos, para combatir la idea que los animales y las personas somos más o menos el mismo, mucho en linde en sociedades que ya no tienen los animales como los fieles aliados de la economía y viven en ciudades 'desanimalitzades', en teoría (seguimos haciendo el animal, las personas...). E irá añadiendo argumentos filosóficos, éticos y estéticos al que es una atracción muy temprana.

A quien no le gusta, insistirá en los argumentos contrarios, será incapaz de encontrarle ninguna gracia ni ningún razonamiento y vinculará el espectáculo taurino en prácticas ancestrales de culto a la muerte. También teoritzarà y, como se ha visto, puede llegar a influir políticamente hasta el punto de hacerlo prohibir, sin riesgo a perder demasiados votos.

Pero hay un argumento peor, todavía. Franco hizo mucho mal. Al sentirse necesidad de 'normalizar' y perpetuar un régimen como el suyo, después de una guerra incruenta, el franquismo rebuscà en un conjunto de símbolos los que permitieran ligar el España unitaria al que habían sido algunas tradiciones populares no necesariamente ligadas a este mito. Bien, decía que Franco había hecho mucho mal porque hay quién asocia los toros a esta idea, tanto siparticipa como si no, especialmente siestá en contra, y argumenta -desde aquí- que la cursa de bravos no es una fiesta catalana, casi cómo si fuera de los bárbaros. Pero el cierto es que mueles siglos antes de Franco, incluso muchos siglos antes de que existiera España, yahabía toros en Cataluña. Aquella fiesta que, en el Rosselló, se inicia con cantos patrióticos catalanes y tiene que vencer la resistencia uniformitzadora de la República Francesa.

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