No me gusta el término telebrossa. La basura, desde que nos hemos puestos serios con el ecologismo y el reciclaje, ha empezado a perder al menos un poco de su carga ominosa. Tirando de una forma selectiva el que nos hace estorbo, todo puede ser reaprofitat o bien eliminado de una forma más o menos lógica . Incluso de los restos biodegradables, tan molestas, sepueden hacer adobos y que sé yo qué más cosas. Cada vez se ve menos, en el centro de las ciudades occidentales, aquello del perro que husmea basuras y que de dentro saca, esparciendo latas y pieles de plátano a diestro y siniestro , un hueso de caldo para mordisquearlo poniéndolo todo hecho una chapuza.
Con la tv no tengo, pero, esta sensación de reconciliación, porque la basura que desde ella nos abocan, cuando lo hacen, que ni muchos menos me lo cargaré todo, continúa haciendo mucho mal olor. El ex-nòvia de un torero el otro día utilizaba su propia hija (que a las imágenes llevaba, eso sí, la zona de los ojos pixelada cómo si esto pudiera proteger su infancia) para hacer daño su ex diciendo unas cosas terribles con expresión salvaje. Los ojos parecía que le saldrían de los márgenes. Y una serie de personas que se hacían decir periodistas le daban palos metafóricos que hacían salpicar sangre desde sus productivas llagas. Tele-carroña, se tendría que decir de esto. La carroña se tiene que enretirar rápido de los espacios donde se aboca, si no, atrae los carronyaires y lo empudega todo.
Y cuando se me pasaron las vel·leïtats antropológicas que me habían traído a aquella franja de la realidad irreal, cambié de canal buscando cosas serias, que también hay. El presidente de la vecina república de Francia decía que no era tonto el presidente de nuestra España monárquica. La imagen siguiente era una clara comparación de los culos de las primeras damas. Me niego a debatir quién salía ganando. Esto sería caer en una trampa.
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