Ricard Aymerich

Un abrazo y el monstruo vuelve a ser un niño

Esto no es un cuento por Sant Jordi. Esto es fruto de un dolor agudo y deberes para cuando nos hayamos rehecho del luto y del impacto y estemos más serenos. Quién se podía pensar que un niño aparentemente normal entraría con una ballesta y un machete en su clase y actuaría como un sanguinario personaje de ficción, de los que tan negocio dan al creciente sector de los videojuegos y las series? Pues sí, ya lo podemos ir pensante.

Quién tenía que decir que viviríamos tan de cerca una pesadilla así? Pues sí, ya lo podemos ir diciendo.

Sería un disparate hurgar ahora en las heridas del más débil y empezar a embadurnar con dosis de culpa todo el suyo en torno adulto, escolar, social y mediático; a pesar de que más de un medio (mejuego el que quered) lo hará por el denostat “derecho a la información” y – sobre todo – por pleitesia a la audiencia. Algunas cosas me quedan claras. El primero involuntario héroe de este triste episodio es un maestro sustituto, que trabajaba en unas condiciones que no sonlas mejores, que actuó por responsabilidad y porque se lo necesitaba, como si trajera veinte años en aquel centro y cómo si aquella tuviera que ser su destino para veinte años más. Y sólo estaba destinado allá por unos días. Os suena? A mí, mucho. Un golpe más, las personas se sobreponen a las miserias y hacen más noble este dignísimo oficio. Gracias, Abel (el único nombre que oso citar), y descansa en paz con el reconocimiento de tus compañeros de oficio.

El segundo héroe (aparte de los anónimos alumnos que salieron a defender la integridad de maestras y compañeros) es otro maestro que reduce el menor agresor y, en lugar de llenarle el cuerpo de balas como seguramente habrían hecho en otros lugares, muy conocidos, donde la solución vengativa parece que es el único consuelo posible, lo abraza y hace posible el milagro de la transformación del monstruo en – otro golpe - el niño. Un niño preadolescent que, seguramente, es tan culpable como víctima.

La escuela, y los maestros con ella, está sola, muy sola ante algunas situaciones. No quiero caer en el tópico de la queja por la queja, pero también en los centros hay listas de espera. Porque con 25 mañanas al curso no hay bastante porque el desbordado psicopedagog que tienen asignado los centros pueda atender todos los asesoramientos y orientaciones y acompañamientos que se piden desde la escuela. Hay lista de espera para los servicios sociales, para más personal de apoyo, más horas de vetllador, personal de integración social, para el acceso a tratamientos psicológicos, para los apoyos externos a los alumnos y a las familias. Hay listas y calendario de espera para la necesaria coordinación de todos los servicios y especialistas que intervienen en los casos de más riesgo que se detectan en la escuela. Y cuando todo este apoyo externo tambalea, el mejor apoyo que tienes es el de tus compañeros, que no fallan nunca.

Y preguntas para cuando estemos más serenos. Por qué es tan fácil (tan fácil como un “clic”) que un niño se construya un entorno, una ficción y unos héroes violentos a solas? Qué quiere decir educar niños y adolescentes al 2015 como madres, padres, como maestros? Tenemos que cambiar algo? El que ha pasado es grave y excepcional. Pero, es más excepcional que grave? O bien es más grave que excepcional? Tenemos trabajo.

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