Maria Coll

Veinte años junto a los abuelos huérfanos d’amor

La residencia de abuelos Torre Llauder de Càritas celebra el aniversario de su fundación

Ahora hace veinte años, cuando los problemas del envejecimiento acelerado de la sociedad todavía no estaban a la orden del día, un grupo de asistentas sociales y de mataronins comprometidos con el cuarto mundo, decidieron fundar una residencia de gente mayor exclusiva por los ancianos huérfanos de amor; la denominaron Torre Llauder. “El aumento de demandas de gente mayor solicitante ayudas para ir a vivir a pensiones o que dormía en las calles, al tren o a los jardines nos hizo pensar en la necesitat de crear una residencia especial por la gente sencilla”, explica Anna Maria Colomer, antigua asistenta social de Càritas y una de las fundadoras de la residencia. De esta acción, que en su momento fue pionera, sehan celebrado veinte años. Y aunque el aniversario fue el julio del 2005, hasta este sábado día 18 no se ha podido celebrar la fiesta.

Uno de los disparos característicos de este hogar, aparte del hecho que sólo pueden acceder personas con pensiones mínimas, es el rescoldo humano que si respira. “La residencia se encuentra en medio de un barrio, situada en unos pisos de protección oficial de la calle Santa Valentí, en el Plan de en Boet y rodeada de vecinos, hecho que no aísla los ancianos respeta el resto de ciudadanos y que los hace sentir como casa; siempre nuestro principal objetivo”, asegura Fèlix Feliu, presidente de Càritas. Para muchos ancianos el equipo de la residencia Torre Llauder se ha convertido al final de su vida con aquella familia de la cual hace tiempo que no disfrutan. “Muchos cuántos mueren no tienen nadie, hemos tramitado y hemos ido a entierros donde sólo éramos tres personas”, explica Carme Maltas, otra miembro de la junta directiva. Hay abuelos que hace más de diez años que viven a la residencia, aunque a menudo se intenta introducirlos en un hogar público de la Generalitat.“.

Durante este par de décadas la vida a la residencia ha cambiado mucho. Actualmenteviven veinte ancianos, mayoritariamente hombres, permanentemente velados por siete profesionales y decenas de voluntarios. El principal punto de inflexión de la historia de la residencia fue cuando se tuvo que adaptar a las nuevas normativas dictaminadas por la Generalitat de Cataluña. “Aunque somos una residencia muy pequeña, burocráticamente tenemos que cumplir todas las inspecciones de sanidad, lo cual nos comporta que sin gente ni medianos hayamos de hacer el mismo trabajo que un gran hogar de abuelos privada” explica Merced Puig, coordinadora del centro desde hace siete años. Un ejemplo, “cada semana tenemos que diseñar una dieta equilibrada y digerible por los gustos de cada abuelo, con los víveres que nos sirven desde el banco de alimentos y comprando el mínimo de alimentos que nos carecen”, añade Puig.

Uno de los otros momentos críticos en la evolución del centro fue el diciembre del 2003, cuando los problemas económicos eran tan graves que la dirección, “asustada” por primera vez, se planteó la posibilidad de cerrar. “Entonces decidimos iniciar una campaña de investigación de padrinos y en poco tiempo logramos una pandilla de colaboradores que salvaron la situación”, recuerda Feliu. Los problemas económicos, pero, continúan siendo lo principal traba. “Nunca me ha carecido un pañal, un medicamento o comer, pero siempre trabajamos a partir de donativos y de ayudas”, explica la directora. Con esta premisa todavía es más loable esta residencia. Los datos hablan por sí suelas: las pensiones de los abuelos son de 240 euros, mientras su manutención mensualmente es de 840 euros.

La necesidad de voluntarios
Todos los trabajos que durante una jornada tienen lugar a la residencia no serían posibles sin los voluntarios: entretener los abuelos, ya sea cantante o jugando a cartas; acompañarlos al médico, salir con ellos a pasear o arreglar los pequeños desperfectos que aparecen. Siempre hacen falta voluntarios activos y con grandes dosis de paciencia. “Los voluntarios con los abuelos, y recíprocamente, se cogen aprecio y establecen muy buena relación”, afirma la directora. Siempre son bienvenidas manos voluntariosas, eso sí, adaptables a los caracteres y las capacidades escasas de las personas grandes.

De historias y anécdotas, con veinte años, hay a puñados, la mayoría pero, con final trágico. Algunas muestran la crueldad de nuestra sociedad. “Una vez nos pensábamos que un señor no tenía familia y después de tres años de estar aquí murió. Entonces descubrimos que tenía mujer e hijos, pero ninguno de ellos quiso pagar el entierro, eso sí, después presentaron los papeles correspondientes para cobrar la viudedad”, explica Maltas.

La fiesta de los veinte años de la residencia Torre Llauder -celebrada este pasado sábado, 18 de febrero, con un pequeño acto oficial, con la presencia del alcalde Joan Antoni Baron, y amenizado musicalmente por el Corazón Madrigalista- ha servido para elogiar el trabajo hecho hasta ahora. “Càritas siempre ha ido más allá de la caridad y de la beneficencia, ha ofrecido un servicio social ha una necesidad de la ciudad”, aseguraba Feliu. Trabajo a favor de los desfavorecidos de la ciudad que el alcalde agradeció: “La importancia de esta residencia recae en el hecho que crece de la base social y demuestra que podemos hacer juntos una sociedad rica en valores, vengan de la ideología que vengan”, dijo Baron.

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