Jordi Cabezudo

Yo tenía un sueño

Un sueño lleno de música, de cultura, de sensibilidad. Una educación accesible a todos los niños, jóvenes y adultos. Que llegara a todo el mundo desde las instituciones -públicas, concertadas o privadas- un sistema integrado como el arte en la educación generalizada en bien de un país que se proclama europeo, pero donde el aprendizaje de las artes siempre ha sido contemplado como los recortes con que se remiendan los desechos.

Yo tenía un sueño. “La escuela municipal de música apuesta por el aprendizaje práctico y en grupo. Un aprendizaje musical basado en la práctica del instrumento más que en conceptos teóricos, en la interpretación en grupo más que en las clases individuales. Con precios económicos”.

No hay que ser matemático ni filósofo para llegar a unas conclusiones elementales: si eliminamos el lenguaje musical, o buena parte de este, y los aspectos teóricos, a la vez que aumentamos excesivamente el número de alumnos por profesor, obtenemos un resultado de más por menos. Ya tenemos las extraescolares soñadas; el interrogante está servido. Cuál será el programa? Cómo se podrá aplicar? Eso sí: debido al desconocimiento, el éxito de concurrencia está asegurado. Los deseo suerte... Quizás soy yo el único que no ve las cosas nada claras.

Yo desperté del sueño. Porque, alejado de aquel canto de sirenas y vuelto al mundo de verdad, me ha sido fácil recordar que sólo el esfuerzo, la dedicación, la constancia y la ilusión pueden hacer realidad la recompensa. También he constatado que todos los músicos y artistas a quienes aplaudimos en las salas de conciertos o a las audiciones han hecho crecer su talento gracias al esfuerzo a que me refería al principio, empezando para saber qué es un pentagrama, cuáles son las notas y donde seescriben. Siempre se ha dicho que no se tiene que empezar la casa por el tejado. Es muy cierto; es el precio de mi sueño.

Comentarios