Gràcia Busqué es la gerente de La Mata, situada en la calle Argentona. Una de esas floristerías que dejan embelesado solo al entrar, con producto de gran calidad dispuesto de una manera que es un festival para los sentidos. Pero no corren tiempos fáciles para el sector, que parece sufrir incluso más que otros comercios tradicionales.
Así explica Busqué las dificultades que deben afrontar: “La ilusión no la hemos perdido, pero cada vez es más difícil por la cantidad de obstáculos y por la feroz competencia de las grandes superficies y de establecimientos de todo tipo”, destaca. “Las calles están cada vez más tristes, hay poca afluencia y cuesta mucho atraer clientes cada día”.
Busqué lamenta que con las flores, casi todo el mundo se atreve. “Ya tenemos floristerías en centros comerciales y también las venden en tiendas totalmente desnaturalizadas, que no sabes ni de quién son”. En este sentido, también destaca que la competencia con productos genéricos y de bajo coste afecta directamente a la calidad y a la percepción del cliente: “Los productos se venden muy baratos, las flores duran dos días y la gente deja de comprar más. Intentamos ofrecer un poco más de calidad y hacer el trabajo bien hecho, pero cada campaña —Navidad y Sant Jordi— es muy exigente”, lamenta Busqué.
La floristería afronta problemas logísticos importantes, vinculados a los cambios urbanísticos que ha experimentado el casco antiguo de Mataró en los últimos años: “La carga y descarga de productos es complicada. A veces me subo al carril bici para descargar y la gente me mira mal. Si hubiera sabido que no podría trabajar con comodidad, no habría abierto aquí”, explica la propietaria del establecimiento.
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