Cuando compite o cuando ha sido, durante años, el sujeto de muchos titulares de prensa deportiva era Guillem Pujol. Nacido en Blanes, mataronés de adopción. Pero cuando entra en las instalaciones del CN Mataró pasa a ser una de las personas más conocidas, saludadas y queridas del club y su nombre muta a ‘Willy’. Este nadador fuera de serie, el mejor a nivel estatal de las últimas décadas, anunció su retirada antes del verano y recibió un homenaje en los Campeonatos de Cataluña disputados en casa, en la Joan Serra. Días después atendió a Capgròs, obviamente bien cerca del agua de ‘su’ piscina.
¿Cómo has “cocinado” esta retirada?
Es un proceso. Al final de la temporada pasada, cuando terminaba el ciclo olímpico, ya me planteé si quería afrontar otro. Tenía bastante claro que no, pero quería probar de compaginar el trabajo —empezaba a trabajar de profesor en el Cor de Maria— con los entrenamientos. No tanto entrenar, sino mantener el rendimiento con dos entrenamientos al día. El primer trimestre lo intenté, pero noté más estrés y mucho cansancio físico. Entonces ya empecé a ver que el ritmo era demasiado exigente. Sobre todo las sesiones de tarde se me hacían muy duras. Fue entonces cuando empecé a pensar seriamente en retirarme, trabajando también con el psicólogo para asegurarme de que era la decisión correcta.
¿Había algún objetivo pendiente que te hiciera dudar?
Hice una lista de cosas que me gustaría conseguir y me di cuenta de que ya había cumplido casi todo. El único gran reto que me quedaba eran los Juegos Olímpicos, pero no estaba dispuesto a sacrificar cuatro años más con el nivel de exigencia que requieren.
¿Por qué ahora?
Porque quiero hacerlo en un punto álgido. Mucha gente me dice que podría entrenar menos y seguir ganando campeonatos de Cataluña o finales estatales, pero yo he estado muchos años al máximo nivel. Si sé que no estoy entrenando como querría, tampoco me motiva. Por eso prefiero dejarlo ahora, con el recuerdo de la exigencia y el rendimiento que me han definido siempre.
¿Al día siguiente de retirarte, el agua pasa a ser algo del pasado?
No, en absoluto. Seguiré relacionado con el agua seguro. De hecho, estoy convencido de que continuaré viniendo a nadar, pero con otro planteamiento. Algunas competiciones aún las haré, pero en un formato más amateur y popular. También tengo muchas ganas de empezar un proyecto como entrenador.
¿Cómo valoras la apuesta que ha hecho por el deporte, estos años, el club?
Muy positivamente. No ha sido nada fácil, sobre todo con el Covid, que fue un momento muy duro para todos los clubes de Cataluña. Aun así, el Centro consiguió sacar adelante todas las secciones. Yo, personalmente, siempre he agradecido mucho que se apostara por las aguas abiertas, que es una especialidad en la que pocos clubes catalanes han querido invertir. Desde el primer día ha habido un compromiso firme, y eso me ha hecho sentir muy respaldado.
Has sido testigo de la progresión de la natación y las aguas abiertas dentro del club.
Sí. He visto cómo cada vez se daba más importancia a las aguas abiertas, pero también cómo la natación en piscina ha ido creciendo, tanto en número de nadadores como en nivel competitivo. Hemos llegado a ser un club muy fuerte: estuvimos dos años en la División de Honor y actualmente competimos en Primera División, que no es poca cosa.
Otra competición que siempre se te asocia es la Copa Nadal.
La verdad es que es la única competición en la que tengo clarísimo que estaré. La Copa Nadal ya es casi una tradición, y para mí tiene un valor especial. Obviamente llegaré mucho menos entrenado que otros años, pero la idea es intentar defender el título. Y si no puedo luchar por ganar, al menos que quien se lleve la victoria se lo haya tenido que trabajar.
¿Qué supone para una trayectoria como la tuya no haber llegado a ser olímpico?
Evidentemente, el sueño de cualquier nadador es disputar unos Juegos Olímpicos, porque es la competición más grande y de referencia. No es nada fácil, y en mi caso me quedé muy cerca. El año pasado conseguí mi mejor nivel y mi mejor estado de forma, pero no fue suficiente: hice el puesto 24 cuando solo entraban 20. Otros años habían entrado 30, y si hubiera coincidido con aquel formato, habría sido olímpico. Esta vez no.
¿Y eso cómo se digiere?
Con la tranquilidad de saber que lo he dado todo. Siempre he luchado por estar delante, y estoy satisfecho de haber competido al máximo nivel. Es verdad que me queda ese “pero”, porque es el único objetivo de mi carrera que no he alcanzado: poder ser olímpico. Pero también tengo claro que he tenido el nivel para serlo y que me he enfrentado a los mismos rivales en Europeos y Mundiales.
Así que te queda el regusto, pero también el orgullo.
Sí. He podido competir contra los mejores, sé qué lugar he ocupado en el ránking mundial en mi mejor momento, y eso me hace sentir muy orgulloso. Quizá el día clave no salió la marca que tocaba, pero en otros momentos sí que lo había conseguido. Es cierto que me queda el punto de “me ha faltado este paso”, pero también la satisfacción de haber llegado muy lejos y de haber disfrutado de mi carrera.

Si tuvieras que quedarte con un solo día de la trayectoria ¿cuál sería?
Creo que, sin duda, mi día más feliz fue hace poco más de un año, en la Copa de Europa de Barcelona. Venía de un momento muy duro, de haber quedado fuera de los Juegos Olímpicos y mentalmente estaba bastante tocado. Incluso había hablado con el entrenador de la posibilidad de parar la temporada y empezar de cero más adelante.
¿Y qué pasó en aquella prueba?
El hecho de competir en casa, en un circuito que conocía muy bien y donde sabía que podía hacer un buen papel, me dio confianza. Además, muchos rivales estaban enfocados en los Juegos y quizá no llegaban tan preparados. El día de la carrera me sentí aliviado de presión y pude nadar con cabeza, pero sobre todo con corazón.
¿Cómo lo viviste?
Fue espectacular. Había familiares y amigos animándome desde la orilla, algo que no siempre ocurre cuando compites en la otra punta del mundo. Ganar aquella prueba fue increíble, el mejor resultado de mi carrera. Y lo más emocionante fue compartirlo con ellos y con el entrenador, justo en un momento en el que incluso pensaba que podía ser mi última competición internacional.
¿Qué lo hizo tan especial?
En gran parte, el final. En aguas abiertas, como en el ciclismo, tirar delante desgasta mucho y no es muy recomendable. Pero aquel día pasé mucho tiempo liderando, motivado, quizá demasiado. Cuando parecía que ya no tenía fuerzas, en el tramo final el grupo me atrapó, pero saqué un sprint final de 300-400 metros que me dio la victoria. Fue un triunfo que salió más del corazón que de la cabeza, y por eso es un recuerdo que me quedará siempre, dentro y fuera del agua.

¿Cómo está la cantera detrás de ti?
Estoy contento de que haya gente con ganas, aunque ahora mismo no hay nadie en categoría absoluta al nivel que yo tuve. Pero confío en que, en poco tiempo, habrá jóvenes que lleguen a ese nivel, y eso es lo que realmente importa: la motivación y las ganas. Me gustaría que hubiera más gente practicándolo y que pudiera vivir del deporte, aunque no solucionara toda la vida. Que los deportistas tengan contratos profesionales y puedan dedicarse completamente al deporte durante los años que lo practican.
¿Cómo va la docencia?
Estoy muy contento con los grupos de alumnos que me he encontrado; algunos incluso ya me conocían del centro de natación, y ha sido una ilusión para muchos grupos tenerme en clase. Como profesor de educación física, uno de los motivos para enseñar es transmitir los valores del deporte. El deporte me ha aportado mucho en la vida, e intento que los alumnos aprendan sacrificio, esfuerzo y constancia.
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