Sabres de Sant Simó en Mataró. Foto Carmen Francés
Sabres de Sant Simó en Mataró. Foto Carmen Francés

Redacció

El 'sabre': la tradición que convierte Sant Simó en un día muy dulce en Mataró

En Mataró, el 28 de octubre se celebra con el roscón más especial del año, con forma de sable para ¡protegerse de los piratas!

El 28 de octubre, Mataró se despierta con un aroma especial: el del sabre de Sant Simó. Este roscón con forma de espada, de brioche tierno y relleno de mazapán, es mucho más que un dulce —es identidad, historia y orgullo local. En la ciudad, la festividad de Sant Simó se vive como la “pequeña fiesta mayor de otoño”, un día que combina devoción, tradición marinera y el placer compartido de un dulce único en el mundo. Para entender por qué los mataronenses comen sabre por Sant Simó, hay que mirar atrás, hasta los siglos XVI y XVII, cuando la costa del Maresme sufría los constantes ataques de los piratas berberiscos. Los marineros invocaban a Sant Simó —uno de los doce apóstoles de Jesús y miembro de los “zelotes”, también conocidos como “los hombres del cuchillo”— para protegerse de las tormentas y de los corsarios que saqueaban pueblos e iglesias. Su símbolo, una espada o sabre, acabó convirtiéndose en emblema de protección y valentía.

En 1611 se inaugura la ermita de Sant Simó, construida extramuros, junto a un pozo que servía para abastecer de agua a los barcos piratas. Su nave, con techo en forma de quilla invertida, es todo un homenaje al mar y a los marineros. Con el tiempo, esta ermita se convierte en lugar de peregrinación y de fiesta. Los pescadores y los campesinos del barrio —representados aún hoy por los gigantes en Paler y la Maria— llevaban ofrendas y celebraban allí el fin de las tormentas o de las malas temporadas.

Un sabre de Sant Simó. Foto: A. Roca
Un sabre de Sant Simó. Foto: A. Roca


El sabre, un roscón con leyenda

Cuenta la tradición que hace unos 300 años, los pasteleros de Mataró quisieron crear un dulce que simbolizara esta historia de piratas y marineros. El resultado fue el tortell sabre de Sant Simó: un brioche con forma de espada, relleno de mazapán y cubierto con fruta confitada y azúcar glas. Antiguamente se hacía con miel y almendras, y se llamaba “torrat”. Este dulce, tan especial como su historia, solo se encuentra en Mataró y solo se vende por Sant Simó. En las pastelerías y hornos locales, las bandejas de sabres comienzan a salir días antes del 28 de octubre, y las colas se alargan a medida que se acerca la festividad. Hay quien compra uno para casa, otro para el trabajo y otro “por si acaso”. El 29 de octubre, más de un desayuno mataronense empieza con un trozo de sabre que sobró del día anterior.

Sant Simó es más que una fiesta religiosa. Es el día en que Mataró se detiene para honrar su historia y su esencia marinera. Pero sobre todo se come sabre, que es el gran protagonista del día. Es habitual ver cómo las pastelerías agotan los sabres al mismo ritmo que los mataronenses repiten el ritual de cada año. El sabre es, para muchos, un símbolo de orgullo local, un dulce que identifica a una comunidad y que, año tras año, mantiene viva la tradición. Mossèn Colomer, estudioso de la historia local, lo definió como “un roscón que explica una ciudad”, porque tras su forma de espada hay siglos de devoción, lucha y esperanza.

Sant Simó 2023. Foto: Carme Francés
Puesto de sabres en Sant Simó. Foto: Carme Francés


En tiempos en que Halloween y sus calabazas ganan terreno, el sabre de Sant Simó representa la resistencia de las tradiciones propias. Mientras muchos se preparan para disfrazarse, Mataró enciende los hornos y llena las casas del aroma del brioche dulce y del mazapán. Es la forma más auténtica de recordar que las raíces no pasan de moda. Además, el sabre tiene su punto de ironía histórica: comerse una espada, el arma de los piratas que tanto hicieron sufrir a los mataronenses, es una especie de venganza dulce y simbólica. Por eso, cada 28 de octubre, la ciudad celebra que el tiempo y los gustos pueden cambiar, pero hay cosas que permanecen inalterables: la devoción a Sant Simó y el placer de comer sabre. El sabre de Sant Simó es también una experiencia familiar. Los abuelos explican a los nietos por qué tiene forma de espada, mientras lo cortan con cuchillo o, simplemente, con las manos. Es el sabor del brioche tierno, el mazapán dulce y la fruta confitada lo que conecta generaciones. Y es, al mismo tiempo, una excusa para reunirse, compartir mesa y reivindicar el placer de las cosas sencillas.

Hoy, más de cuatro siglos después de los primeros ataques piratas, Mataró sigue conmemorando Sant Simó como un acto de identidad colectiva. El 28 de octubre no es solo una fecha en el calendario: es una fiesta con alma, una tradición viva y, sobre todo, un sabor inconfundible. Cuando llegue el día 28 de octubre, no habrá excusa: habrá que comer sabre, hacerle una foto y, como dicen muchos mataronenses, “dejar un trozo para el día siguiente”. Porque mientras haya sabres en las pastelerías, habrá Sant Simó —y Mataró seguirá siendo, por un día, una ciudad más dulce que las demás

Un sabre de Sant Simó. Foto: Cugat C
Un sabre de Sant Simó. Foto: Cugat C

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