La Fiesta Mayor es, para muchas personas, sinónimo de alegría, reencuentros, recuerdos compartidos y celebración colectiva. Pero entre los fuegos artificiales, los bailes y los pasacalles, hay quien siente un vacío intenso y silencioso: la añoranza de quienes ya no están. En estas fechas tan cargadas de emoción y significado, es habitual que el duelo vuelva a aflorar, especialmente si esas personas ausentes tenían un papel destacado en la celebración o en nuestra vida.
Este sentimiento de ausencia puede aparecer de forma inesperada: un olor que evoca una receta familiar, una canción festiva que trae recuerdos, una calle que recorrimos juntos. Y es que el duelo no es una línea recta, sino un movimiento cíclico, que se intensifica en determinados momentos del año. La clave no está en evitar la añoranza, sino en darle espacio y forma para convivir con ella con respeto y ternura.
Evocar a los ausentes en estos días puede ser un acto profundamente significativo si se hace desde el recuerdo amoroso y no desde el sufrimiento. Algunas estrategias pueden ayudar a canalizar este sentimiento de forma saludable: escribir una carta a la persona querida, preparar un plato que le gustaba, encender una vela simbólica o incluso reservarle un lugar en la mesa de forma simbólica. Estas acciones no son rituales tristes, sino puentes emocionales que permiten sentirnos más cerca de quienes echamos de menos.
También es importante darse permiso para disfrutar de la fiesta. Hacerlo no significa olvidar, sino reconocer que la vida continúa y que la alegría puede convivir con la nostalgia. Compartir con amigos o familiares estos sentimientos, hablar abiertamente de quienes ya no están y contar anécdotas o recuerdos en positivo, ayuda a transformar el dolor en gratitud por lo vivido.
Los niños, especialmente sensibles en estas ocasiones, también pueden participar en pequeños rituales de recuerdo. Hacerlos partícipes ayuda a normalizar la expresión del duelo y a construir una cultura emocional más empática y madura.
Al final, la Fiesta Mayor puede ser también una oportunidad para rendir homenaje a los ausentes. Una manera de honrarlos desde lo que aportaron a nuestras vidas. Porque recordar con amor, aunque con un hilo de tristeza, también es una forma de celebrar.
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