La demencia es una de las principales preocupaciones de salud pública a medida que la población envejece. Tradicionalmente, esta enfermedad se ha relacionado sobre todo con factores inevitables como la edad avanzada o el envejecimiento natural de las personas. Aun así, cada vez hay más evidencia de que elementos modificables —como la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo o la inactividad física— pueden influir de manera decisiva en su desarrollo. Detectar e intervenir en estos aspectos es clave para prevenir o retrasar la aparición de la demencia y, en consecuencia, mejorar la calidad de vida de miles de personas.
Ahora, un nuevo estudio amplía el foco y revela un factor sorprendente y aparentemente alejado de la salud que también juega un papel relevante: el nivel de ingresos económicos.
Ingresos bajos, más riesgo acumulado
La investigación, liderada por el doctor Eric L. Stulberg del Colegio Médico Sidney Kimmel de la Universidad Thomas Jefferson, muestra una clara correlación entre los ingresos de una persona y la presencia de factores de riesgo modificables para la demencia. Según Stulberg, las personas que viven por debajo del umbral de pobreza y los grupos históricamente desfavorecidos soportan una carga más elevada de múltiples factores de riesgo que, potencialmente, podrían evitarse.
Los investigadores subrayan que estas desigualdades no son el resultado de diferencias biológicas, sino de condiciones sociales que afectan al acceso a recursos, servicios sanitarios o entornos saludables.
Un estudio exhaustivo sobre 5.000 participantes
El estudio ha evaluado 13 factores de riesgo entre 5.000 personas. Entre ellos figuran el bajo nivel educativo, el consumo de alcohol, la obesidad, el colesterol alto, lesiones craneoencefálicas, la pérdida auditiva o visual no tratada, la diabetes, la hipertensión, el tabaquismo, la depresión, la inactividad física y el aislamiento social.
Los participantes se dividieron en seis grupos según los ingresos, desde aquellos situados por debajo del umbral de pobreza hasta personas con ingresos cinco veces superiores. Para cada grupo, se calculó la prevalencia de cada factor de riesgo y el porcentaje de casos de demencia que podrían prevenirse si se abordaran estos factores.
Resultados que evidencian desigualdades
Los resultados apuntan que los ingresos más elevados se asocian con una menor presencia de factores de riesgo para la demencia —con excepción de la obesidad, el colesterol alto y las lesiones cerebrales traumáticas—. Según el estudio, por cada aumento en la categoría de ingresos, la probabilidad de presentar un factor de riesgo adicional en la mediana edad disminuye un 9%.
Entre las personas con menos recursos destacan especialmente la pérdida de visión no tratada y el aislamiento social, factores que podrían mitigar entre un 20% y un 21% de los futuros casos de demencia si se gestionaran adecuadamente.
Un llamamiento a la acción
Esta investigación pone de manifiesto que la pobreza y la exclusión social amplifican la exposición a factores de riesgo que, en muchos casos, son evitables. Las conclusiones refuerzan la necesidad de impulsar políticas públicas e intervenciones preventivas adaptadas a las personas con menos ingresos, con el objetivo de igualar oportunidades y reducir la incidencia de la demencia.
Tal como afirma Stulberg, “es esperanzador ver que incluso los factores de riesgo de la vejez pueden ser objetivos de intervenciones”. Futuras investigaciones deberán determinar hasta qué punto actuar en estas desigualdades sociales puede generar beneficios tangibles y reducir el peso de esta enfermedad en la población más vulnerable.
Fuente: naciodigital.cat/viure-be
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