El huevo es uno de los alimentos más populares y versátiles del mundo. Está presente en todas las cocinas, independientemente de la cultura gastronómica, y se puede preparar de mil maneras diferentes: frito, cocido, revuelto o en tortilla. Su precio asequible y su capacidad para combinarse con casi cualquier ingrediente lo convierten en un imprescindible de la dieta diaria.
Sin embargo, existen pequeños trucos de cocina que pueden marcar la diferencia a la hora de preparar un buen huevo. Uno de estos secretos —que aún hoy desconocen muchas personas— es añadir un poco de vinagre a la sartén al freír los huevos. Puede parecer una práctica extraña, pero sus efectos sobre la textura y el sabor del huevo son sorprendentes.
Vinagre: un aliado inesperado en la cocina
Cuando pensamos en cocinar un huevo, lo más habitual es usar aceite o agua. Pero añadir vinagre puede aportar un toque especial. De hecho, esta técnica es recomendada por muchos chefs profesionales para lograr una mejor cocción y potenciar el sabor del plato. El vinagre tiene propiedades que influyen directamente en la proteína del huevo, ayudando a que cuaje de manera más controlada.
Esta práctica no es nueva. En algunos países europeos, especialmente en Francia, se utiliza desde hace años. Un ejemplo conocido es el plato “oeufs à l’assassin” (literalmente “huevos asesinos”), donde se añade una pequeña cucharada de vinagre de vino tinto sobre los huevos fritos para dar más cremosidad a la yema y un sabor más intenso y profundo.
Textura más fina y superficie uniforme
El vinagre actúa como un elemento que ayuda a “domar” la clara del huevo. Cuando entra en contacto con el calor, favorece que la clara se coagule de manera más homogénea, evitando que quede desordenada o con bordes demasiado crujientes. El resultado es un huevo con una textura más fina y una superficie uniforme, mucho más agradable tanto a la vista como al paladar.
Además, añadir una pequeña cantidad de vinagre puede contribuir a controlar mejor el punto de cocción. De esta manera, es más fácil conseguir una clara bien hecha y una yema cremosa —un equilibrio que no siempre es sencillo de lograr.
También útil en otras preparaciones
El uso del vinagre no se limita a los huevos fritos. En los huevos revueltos, por ejemplo, unas gotas pueden dar lugar a una textura más ligera y esponjosa. Y si se hacen huevos escalfados, este ingrediente ayuda a mantenerlos compactos y estéticamente más bonitos, evitando que la clara se disperse en el agua.
Un pequeño gesto con gran resultado
En definitiva, añadir vinagre a la sartén al freír huevos es un truco sencillo y económico que puede elevar notablemente la calidad del plato. Solo hace falta una pequeña cantidad —una cucharadita es suficiente— para conseguir huevos más finos, sabrosos y con una textura mucho más agradable.
La próxima vez que prepares un huevo frito, haz la prueba: añade un poco de vinagre y comprueba cómo un pequeño detalle puede hacer gran diferencia.
Fuente: www.eleconomista.es
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