Cueva de les Encantades o de les Bones Dones. Foto: Quico Iglesias - Wikimedia Commons
Cueva de les Encantades o de les Bones Dones. Foto: Quico Iglesias - Wikimedia Commons

La Cueva de las Encantadas: historias, leyendas y misterios bajo la cueva santuario del Maresme

Entre Cabrils y Cabrera de Mar, esta cavidad esconde un pasado de culto ibérico dedicado a la fertilidad y un legado de brujas, ninfas y amores malditos que todavía hoy rodea el Montcabrer de misterio

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En la vertiente sur del Montcabrer, entre Cabrils y Cabrera de Mar, se esconde una cavidad natural que ha sido testigo de miles de años de historia y de un puñado de leyendas que todavía hoy despiertan fascinación. La Cueva de las Encantadas, también conocida como Cueva de las Buenas Mujeres, de las Malas Mujeres o incluso Boca del Infierno, es mucho más que una curiosa formación geológica: es un espacio de culto antiguo, un lugar misterioso y una pieza clave del patrimonio natural y espiritual del Maresme.

Un santuario en la montaña sagrada

Situada dentro del Parque de la Cordillera Litoral, en la vertiente meridional del cerro del Montcabrer, la cueva se abre en medio de la roca granítica, a unos 230 metros de altitud. Tiene dos aberturas naturales, una altura interior de unos dos metros y unas paredes llenas de alvéolos de erosión, que le dan un aspecto casi escultórico.

El acceso no es sencillo. Hay que subir por caminos boscosos desde Cabrils o Cabrera de Mar, siguiendo rutas de senderismo que atraviesan el Montcabrer, un cerro que ofrece unas vistas espectaculares de la costa del Maresme. Precisamente esta dificultad de acceso es uno de los motivos por los cuales, desde tiempos antiguos, el lugar ha sido considerado sagrado y misterioso.

Vista exterior de la cueva. Foto Agrupe

Vista exterior de la cueva. Foto Agrupe

El corazón de un culto ibérico

Las excavaciones arqueológicas han confirmado que la Cueva de las Encantadas fue utilizada como lugar de culto durante la época ibérica, entre los siglos IV y I a. C. Los hallazgos —más de 30.000 fragmentos de cerámica— incluyen ánforas, vasitos votivos, envases de perfume y figuras de terracota que representaban a la diosa Deméter, divinidad griega de la fertilidad y la agricultura, asimilada por los íberos como símbolo de la tierra fértil.

Según el arqueólogo Ramon Coll, que intervino en el lugar en 1993, la cueva funcionaba como un santuario natural, un espacio dedicado a rituales de ofrenda y fertilidad, con favissae —fosas rituales— frente a la entrada. Este culto, de fuerte componente femenino y telúrico, conectaba con la idea simbólica de la cueva como útero de la Madre Tierra. Con el paso del tiempo, y ya a las puertas de la época romana, el culto se habría trasladado al templo de Mitra de Can Modolell, en Cabrera de Mar, otro de los espacios espirituales más importantes del territorio layetano.

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La cruz de Montcabrer, el cerro donde se encuentran las cuevas

De lugar sagrado a espacio encantado

Como suele ocurrir con los lugares antiguos y solitarios, la leyenda fue imponiéndose a la historia. Con los siglos, la Cueva de las Encantadas dejó atrás su papel de santuario para convertirse en escenario de brujas, ninfas y mujeres misteriosas. Los cuentos populares del Maresme hablan de encantadas que vivían allí, de maleficios y filtros de amor, y de caballeros que perdieron el juicio y la vida.

Una de las historias más conocidas, recogida por el Mapa de Patrimonio Cultural de la Diputación de Barcelona, explica que el señor de Burriac, en tiempos remotos, fue seducido por una mujer de origen demoníaco que vivía en la cueva. Ella lo embrujó con una pócima para que abandonara la defensa de su castillo y del territorio ante el enemigo. Finalmente, arrepentido, el caballero la mató con su propia daga y, como expiación, se hizo sacerdote.

Otra versión de esta leyenda afirma que, después de aquel episodio, los vecinos de la zona levantaron una cruz en la cima del Montcabrer para alejar al demonio, un símbolo que todavía hoy corona la montaña. También hay quien dice que, al atardecer, un pastor de Vilasar que buscaba su rebaño oyó música y risas cerca de la cueva. Al acercarse, vio un grupo de brujas bailando y cantando. Cuando el pastor invocó “el día del Señor”, las brujas desaparecieron entre relámpagos y humo, y nunca más se dejaron ver. Desde entonces, aseguran que el Montcabrer quedó purificado y las brujas huyeron del Maresme.

Castillo de Burriac, uno de los protagonistas del libro de leyendas. Foto: Iñaki Relanzon Diputación de Barcelona

Castillo de Burriac, que también tiene vínculos con la leyenda de la cueva. Foto: Iñaki Relanzon Diputación de Barcelona

Todas estas historias, como explica el portal de divulgación Rondaller.cat, mezclan la tradición pagana y las moralizaciones cristianas posteriores. En ellas conviven brujas, hadas y ninfas, símbolos femeninos que remiten a la misma idea que el culto ibérico a Deméter: la fuerza creadora y destructora de la naturaleza.

Entre el mito y la montaña

Hoy, la Cueva de las Encantadas es un espacio protegido y catalogado en el Inventario del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico de Cataluña. A pesar de su pequeño tamaño, sigue siendo un destino especial para los amantes de la historia y el senderismo, que llegan atraídos tanto por su carga arqueológica como por el magnetismo de sus leyendas. Subir hasta ella es adentrarse en el pasado más arcaico del Maresme, en esa frontera donde la ciencia se encuentra con la superstición y donde las rocas todavía parecen susurrar las historias de las antiguas “buenas mujeres” que la habitaron.

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