A finales del siglo XIX y principios del XX, un nuevo fenómeno social transformó para siempre la costa del Maresme: el veraneo de la burguesía catalana. Familias adineradas, artistas, médicos y grandes empresarios descubrieron en este rincón privilegiado del litoral un clima suave, un paisaje tranquilo y, en el caso de Caldes d’Estrac, incluso aguas termales que eran consideradas milagrosas. De este descubrimiento nació un legado único que aún hoy podemos recorrer: la Ruta de las 3 Villas, formada por Caldes d’Estrac, Sant Andreu de Llavaneres y Sant Vicenç de Montalt.
Esta ruta es un auténtico viaje en el tiempo, una ventana abierta a la época dorada del veraneo y al esplendor del modernismo y el novecentismo en el Maresme. Pasear por ella hoy es como caminar por un museo al aire libre.
Caldes d’Estrac: un paseo que mira hacia la Riviera
Caldes d’Estrac –popularmente Caldetes– se convirtió en uno de los primeros epicentros de este auge burgués. Su Passeig dels Anglesos es, aún hoy, uno de los tramos marítimos más elegantes del litoral catalán. Inspirado en la Riviera francesa, combina edificios modernistas y casas de veraneo que evocan el lujo discreto de la época. Las familias acomodadas pasaban allí largas temporadas buscando salud, calma y un entorno social exclusivo.
Sant Vicenç de Montalt: el lujo discreto entre pinares
Un poco más arriba, Sant Vicenç de Montalt conserva otra de las calles icónicas de la historia del veraneo: el Passeig del Marquès de Casa Riera. Entre pinares y vistas al mar, encontramos un conjunto sorprendente de torres modernistas y novecentistas que despertaron la admiración de aquellos primeros veraneantes. Eran casas pensadas para el descanso, pero también para impresionar: grandes jardines, galerías abiertas y detalles decorativos llenos de simbolismo.

Sant Andreu de Llavaneres: un modernismo que explica una historia
Y llegamos al tercer punto de la ruta: Sant Andreu de Llavaneres, una villa que durante siglos había sido rural hasta que la llegada de los barceloneses la transformó por completo. A finales del siglo XIX, Llavaneres se convirtió en un refugio privilegiado para la burguesía, que construyó allí algunas de las torres más impresionantes del Maresme.
La Ruta del Modernismo de Llavaneres invita a descubrir este pasado esplendoroso. Es un itinerario que recorre edificios emblemáticos como:
- Ca l’Alfaro (1885), obra de Eduard Mercader Secanella
- Can Tolosa (c.1921)
- Torre Gran (1910)
- Las Torres Bessones (1921–1923)
- Sala Matas (1909) o Can Farnés (1906–1911)
Y, por supuesto, una parada imprescindible: Can Caralt, hoy Museo-Archivo, que conserva una pinacoteca extraordinaria con obras de Masriera, Opisso, Tàpies, Miró o Guinovart. El museo también acoge una colección única de cámaras y aparatos de radio, además de exposiciones temporales mensuales.
A pocos minutos caminando encontramos otro emblema: la Iglesia de Sant Andreu (1836), que preside la plaza con unas majestuosas escalinatas y que guarda obras del pintor modernista Lluís Masriera, así como un magnífico retablo del siglo XVI.
Una ruta para entender un país
Recorrer las 3 Villas no es solo admirar fachadas modernistas: es entender cómo la burguesía catalana construyó una nueva manera de habitar el territorio y de relacionarse con el ocio, la naturaleza y la salud. Es también descubrir el origen del veraneo moderno y el impacto cultural y económico que transformó la comarca del Maresme.
Hoy, este legado sigue vivo. Caminar por los paseos y calles de Caldes, Llavaneres y Sant Vicenç es reencontrarse con un tiempo de prosperidad, creatividad arquitectónica y sueños de un verano interminable. Una ruta, en definitiva, que enloqueció a la burguesía y que aún enamora a quien la descubre.
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