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La historia secreta del castillo del Maresme donde se rodó 'Juego de Tronos'

Cugat Comas FOTO PORTADA: DJI 0165 w

El castillo más conocido del Maresme, protagonista incluso de 'Juego de Truenos' esconde una historia tortuosa que los últimos años ha aflorado: el desmantelamiento de su colección de piezas de arte y antigüedades

El castillo de Santa Florentina, en Canet de Mar, es impresionante. Una de las propiedades y uno de los rincones con más encanto de nuestra comarca del Maresme, sin duda alguna. Esta antigua casa fuerte, ampliada al estilo medieval posteriormente, ofrece a quien la visita una sensación cautivadora. Es historia, belleza, patrimonio. Todo pesa en ella. Actualmente dividido en dos, el castillo de los Condes del Valle de Canet está asociado a las familias Montaner y Capmany. La parte privada y original, de hecho, todavía está habitada por descendientes del hombre que lo hizo posible. La otra parte es la más ‘pública’. La que se puede visitar y tiene gran demanda, la que ofrece un recorrido único por estancias y espacios de primera categoría de hace más de un siglo. La que recorre habitaciones donde llegó a dormir un Rey y donde vivía la alta burguesía maresmenca y catalana.

La ampliación de la Casa Fuerte a ‘castillo’ la realiza el arquitecto Domènech i Montaner

El castillo de Santa Florentina tiene mucho encanto. La revista ‘Architectural Digest’ lo eligió en 1998 como “una de las casas más bellas del mundo” por su armoniosa fusión de estilos. Tanta belleza y ancestralidad que llamó la atención incluso de la superproducción Joc de Trons, serie de culto que grabó allí algunas escenas. En la sexta temporada, la serie lo presentó como Horn Hill, hogar de la Casa Tarly. También acogió durante más de 15 años el festival homónimo de música clásica que protagonizaba el verano maresmense, de la más alta sociedad.

No se puede entender Canet de Mar sin el castillo y, seguramente, la historia de este y de su familia sin los vaivenes que lo han acabado convirtiendo en lo que es: un escenario idílico que se alquila para eventos, ofrece visitas guiadas y tiene gran éxito.

Las visitas se pueden gestionar en castelldesantaflorentina.com | R. G.

Las visitas se pueden gestionar en castelldesantaflorentina.com | R. G.

 

La historia del castillo

El Castell de Santa Florentina tiene unos orígenes que se remontan al siglo X-XI, cuando la familia Canet levantó una masía-torre en Canet de Mar. A lo largo del siglo XIV, Ferrer de Canet la amplió con torres de defensa y un nuevo cuerpo, transformándola en una auténtica casa fuerte. Esta primera etapa medieval estableció las bases de un linaje vinculado a la defensa y al prestigio señorial, que se consolidaría siglos más tarde con la llegada de los Montaner.

A finales del siglo XIX, Ramon de Montaner i Vila, empresario y editor barcelonés, recuperó el castillo familiar con la voluntad de convertirlo en un símbolo de su linaje y un espacio representativo de su poder económico y cultural. El encargo a Lluís Domènech i Montaner, su sobrino y uno de los arquitectos más prestigiosos del modernismo catalán, fue clave: entre 1898 y los primeros años del siglo XX, el castillo se transformó en una residencia señorial de estilo gótico catalán, siguiendo los ideales de restauración al estilo de Viollet-le-Duc. Domènech i Montaner no quería levantar una copia, sino recrear un palacio que combinara estructuras medievales auténticas (ventanales, esculturas, portadas) con piezas recuperadas de monasterios y cenobios, especialmente del monasterio del Tallat. El resultado fue un conjunto único, que integraba arquitectura, coleccionismo y escenografía.

El castillo está dividido en dos: en la antigua Casa Fuerte aún vive parte de la familia original

Ramon de Montaner convirtió el castillo en un “gabinete de maravillas”, expresión que utiliza el CEDIM. Trasladó piezas artísticas del Palau Montaner de Barcelona y acumuló tapices flamencos, imaginería gótica y renacentista, objetos de platería, cerámica, mobiliario de época, armería y una excepcional colección de vidrio antiguo. El conjunto rivalizaba con las grandes colecciones privadas catalanas de la época (Amatller, Plandiura, Macaya). En 1908, la visita de Alfonso XIII al castillo fue el apogeo de este proyecto: la prensa de la época describió el recinto como un auténtico museo, capaz de maravillar a un rey acostumbrado al lujo cortesano. Poco después, Montaner recibió el título de Conde del Valle de Canet, consolidando así el ascenso nobiliario de la familia. La muerte de Ramon de Montaner (1921) dejó la herencia a su hija Júlia, casada con Ricard de Capmany. A pesar de los litigios de los hermanos Montaner, el castillo y la colección pasaron a la rama Capmany-Montaner, que mantuvo la propiedad y enriqueció aún más los interiores trasladando piezas del Palau Montaner de Barcelona. Durante décadas, el castillo fue símbolo de continuidad patrimonial y de prestigio social.

Se salvaguardó en buena medida durante la Guerra Civil gracias a la protección e inventario impulsados por la Generalitat republicana, y durante el franquismo el castillo mantuvo su esplendor. La condesa Júlia de Montaner murió en 1964, y los bienes pasaron a sus nietas Florentina y Maria Teresa de Capmany i Suqué, pese a litigios con el Ayuntamiento de Canet. Las colecciones permanecieron en gran parte intactas hasta los años 80. Algunos cuadros y retablos se vendieron puntualmente, pero el conjunto aún mantenía su coherencia.

El castillo se puede visitar y es todo un espectáculo, como esta estancia | R. G
El castillo se puede visitar y es todo un espectáculo, como esta estancia | R. G

 

De la venta de piezas a la venta del castillo

A partir de los años 90 del siglo XX, la situación cambió. La propiedad comenzó a vender de manera gradual piezas de gran valor: tapices, vidrieras, esculturas y pinturas góticas. Este proceso se hizo más visible a partir del 2000, cuando se documenta la venta de la Mare de Déu del Tallat (2001), la salida de tapices flamencos (2006) y la pérdida de vidrieras históricas del despacho del conde. Las galerías y casas de subastas —Galeria Bernat, La Suite, Barquis, entre otras— fueron canales habituales. Entre las piezas vendidas había obras capitales: la predela de Bartomeu de Robió, esculturas de Pere Oller, apóstoles de alabastro y tablas de Garcia de Benavarri, algunas de las cuales acabaron en instituciones públicas (Diputación de Lleida, Gobierno de Aragón).

Detalle de una de las terrazas
Detalle de una de las terrazas

 

Entre 2006 y 2009, la dispersión patrimonial se aceleró. Las ventas se multiplicaron y en Canet hubo quien empezó a alarmarse. En 2012, la parte modernista del castillo se puso a la venta por 20 millones de euros, y en 2014 fue adquirida por un grupo inversor ruso. Sin embargo, la pérdida de piezas no se detuvo. “Este goteo constante ha desvirtuado completamente el proyecto original de Domènech i Montaner”, denuncia el centro de estudios local, y ha vaciado el castillo de su contenido artístico más valioso. Lo que había sido una de las grandes colecciones privadas de Cataluña ha quedado reducido a fragmentos dispersos entre museos, coleccionistas y mercados internacionales.

La 'desaparición' al por menor: un estudio que da grima

Vista de l'interior del castell
FOTO: Vista de l'interior del castell

El gabinete de maravillas evaporado: la desaparición de los bienes muebles del Castell de Santa Florentina

 

Cuando a finales de 2024 el Centre d’Estudis Canetencs publicó el último número de la revista ‘El Sot de l’Aubó’, pocos podían imaginar que en su interior encontrarían un estudio que cambiaría para siempre la percepción sobre el Castell de Santa Florentina. Con el título ‘Els béns mobles desapareguts del Castell de Santa Florentina. El gabinet de meravelles dels Comtes de la Vall de Canet’, los investigadores Carles Sàiz y Gemma Martí arrojaron luz, por primera vez, sobre la dimensión real de la pérdida patrimonial sufrida por el recinto. Lo que hasta ahora era solo un rumor, un goteo de noticias dispersas o una sospecha compartida en círculos patrimoniales, se convierte ahora en un inventario exhaustivo y documentado de decenas de piezas desaparecidas.

El CEDIM ha detectado 120 piezas de alto valor desaparecidas: el total podría ser mucho mayor

El estudio, de 31 folios y con abundante material fotográfico, rastrea el paradero de más de 120 objetos y obras de arte vinculadas a la colección histórica del castillo, muchas de ellas únicas a nivel estatal. El periodo analizado abarca desde los años noventa del siglo XX hasta la primera década del siglo XXI, momento en que los propietarios de la parte modernista del inmueble fueron poniendo a la venta los elementos artísticos más valiosos de la antigua colección reunida por el editor y mecenas Ramon de Montaner i Vila. El resultado fue un desmantelamiento progresivo que “desvirtuó totalmente la estética del proyecto arquitectónico de Lluís Domènech i Montaner”, según escriben los autores.

“Lo que ha pasado aquí es una atrocidad que empobrece el patrimonio de Canet de Mar y de Cataluña”, denuncia Carles Sàiz, coautor del trabajo. “Hasta ahora nadie había puesto negro sobre blanco la dimensión de esta pérdida. Cuando empezamos a recopilar información para el estudio, nos dimos cuenta de que hablábamos de más de cien piezas documentadas, y probablemente el doble si tuviéramos constancia de todo”.

Las vidrieras, parte del arte que aún permanece en el castillo | R. G
Las vidrieras, parte del arte que aún permanece en el castillo | R. G

 

Maravillas en manos privadas

El Castell de Santa Florentina había sido, desde finales del siglo XIX, mucho más que una residencia señorial. Con la reforma encargada a Domènech i Montaner, Ramon de Montaner quiso crear un espacio que sintetizara su pasión por la historia, el arte y el coleccionismo. Sàiz y Martí lo definen como un “gabinete de maravillas” a escala monumental: un lugar donde convivían obras medievales, tapices renacentistas, mobiliario barroco, vidrio antiguo e incluso piezas de origen romano. Aquella colección no tenía nada que envidiar a las grandes reunidas por familias como los Plandiura, Amatller o Cabot, muchas de las cuales hoy se encuentran en el MNAC o en museos internacionales. “La diferencia —apunta Sàiz— es que en el caso de Santa Florentina esa colección nunca fue registrada ni declarada como parte inseparable del Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN). Fue un error de la administración: ni el Ayuntamiento ni la Generalitat incluyeron la parte mueble dentro de la catalogación, y eso permitió que la propiedad dispusiera libremente de ella”.

El reportaje reconstruye con detalle la cronología de esta “crónica de una muerte anunciada”, en palabras de Sàiz. Las primeras alarmas saltaron a inicios de los años 2000, cuando en algunos catálogos de casas de subastas comenzaron a aparecer piezas procedentes del castillo. En 2001 ya se tiene constancia de la venta de la Mare de Déu gótica del maestro del Tallat, una escultura de gran valor histórico y devocional. Pocos años después, en 2006, se pusieron a la venta los tapices flamencos del comedor o las vidrieras. En 2007 la dispersión se aceleraba.

Las subastas se convirtieron en el principal escenario de este desmantelamiento, a miles de euros por pieza. Esto sucedía en paralelo a los años de mayor exposición del castillo, curiosamente, con la celebración del festival musical de clásica.

“Era un goteo constante —recuerda Sàiz—. Cada vez que mirábamos los catálogos encontrábamos una nueva pieza de Santa Florentina. Algunas han ido a parar a museos públicos, pero del 80% desconocemos su destino. Sabemos que circulaban por anticuarios, coleccionistas privados o galerías internacionales, pero su localización actual es una incógnita”.

La entrada al castillo, con el escudo de armas en el suelo | R. G
La entrada al castillo, con el escudo de armas en el suelo | R. G

 

El estudio recopila fotografías de los años sesenta y noventa y un reportaje en el semanario ‘Presència’ que permiten comparar cómo era el castillo antes y después del proceso de desposesión. Allí había armarios renacentistas, bufetes barrocos, cómodas del siglo XVI, sillas fraileras, lanzas, armaduras, paveses, vidrios antiguos y obras maestras del gótico catalán. Muchas de estas piezas habían sido trasladadas al castillo a mediados del siglo XX, cuando la familia decidió unificar la colección que hasta entonces estaba repartida entre el Palau Montaner de Barcelona y Canet. Esto enriqueció aún más el fondo y consolidó Santa Florentina como un auténtico museo privado.

Pero la falta de recursos y las disputas familiares acabaron precipitando la venta. En 2012 la parte modernista del castillo salía al mercado por 20 millones de euros, y en 2014 fue adquirida por un grupo inversor ruso. A pesar de la nueva etapa, las ventas no se detuvieron: en 2016 todavía se subastaba una cama con dosel y en 2017 la galería La Suite ponía a la venta una mesa de Garcia de Benavarri por 68.000 euros.

El error fue no catalogar íntegramente el conjunto: la colección quedó fuera

Responsabilidades y silencios

Una de las aportaciones más contundentes de los investigadores es el señalamiento de la responsabilidad institucional. “El gran error —apunta Sàiz— fue no haber incluido la parte mueble dentro de la declaración de BCIN. Si se hubiera hecho, la colección habría sido inalienable y su dispersión, imposible. Aquí fallaron tanto la Generalitat como el Ayuntamiento de Canet, que eran los competentes”. El silencio administrativo se combinó con la discreción de los anticuarios y la falta de conciencia ciudadana. “Ninguna administración dio la voz de alarma ni hizo una denuncia pública. Nosotros, en la revista de Canet, publicábamos lo que íbamos viendo, pero no conocíamos la dimensión global de lo que estaba ocurriendo hasta que hicimos la recopilación para el estudio”, confiesa el investigador.

Los autores han seguido la pista de algunas de las obras. Parte han acabado en el MNAC, en la Diputació de Lleida o en el sistema de museos aragonés. Otras han desaparecido en colecciones privadas sin dejar rastro. Y en muchos casos solo se conserva constancia gracias a las fotografías de los años sesenta y noventa, que documentan salones y estancias hoy casi vacíos. El caso más reciente es el de la Mare de Déu del Tallat, que salió del castillo en manos privadas y en 2022 fue adquirida por la Fundació y el Consell Comarcal de la Conca de Barberà. Un episodio que confirma que la dispersión no es cosa del pasado.

Detall del bany interior, senyorial i modernista | R. G
Detalle del baño interior, señorial y modernista | R. G

 

“Cuando terminamos el estudio —resume Sàiz— habíamos identificado 120 piezas, pero estamos convencidos de que el volumen total podría superar las 250. Es solo la primera entrega: aún queda mucho trabajo por hacer, y nuestro objetivo es seguir trazando este mapa de pérdidas para que al menos quede constancia documental”.

Una lección para el futuro: que no se repita

Más allá de la denuncia, el estudio tiene una vocación pedagógica. Para los autores, Santa Florentina debe servir de ejemplo para que casos similares no vuelvan a repetirse. “La administración debe aprender a catalogar íntegramente los BCIN —advierte Sàiz—. No solo el continente, sino también el contenido. Si no, lo único que hacemos es dejar abierta la puerta a nuevas desapariciones”. El caso del castillo es paradigmático: la obra de Domènech i Montaner fue concebida como una simbiosis entre arquitectura y decoración, y la pérdida de los bienes muebles ha desvirtuado la globalidad del conjunto. Hoy, pasear por sus salones es contemplar un escenario desnudo, como si fuera un museo saqueado.

El celler
La bodega

 

Y a pesar de todo, el castillo mantiene su aura. Sigue siendo una joya del modernismo del Maresme, sigue atrayendo visitantes y sigue despertando fascinación. Pero la historia de su colección es también una advertencia: la belleza es frágil y el patrimonio, si no se protege, puede evaporarse como la niebla.

La historia del Castell de Santa Florentina es la historia de una familia que aspiró a perpetuar su legado a través del arte y la arquitectura, pero que, con el paso de los siglos, vio cómo la fortuna y las circunstancias conducían a la fragmentación y pérdida de su patrimonio. El proyecto de Ramon de Montaner y Domènech i Montaner, que había convertido el castillo en un museo de prestigio europeo, se ha visto desmantelado por la presión económica y la falta de protección efectiva de los bienes muebles. Hoy, el castillo sigue siendo un Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) y un referente arquitectónico, pero su legado artístico original solo puede reconstruirse a través de fotografías, inventarios antiguos y piezas dispersas en colecciones públicas y privadas.

Cuando la historia acontece novela

Meritxell Jubany rescata la memoria de Ramon de Montaner con una novela ambientada en el castillo de Santa Florentina
 
La mataronina Meritxell Jubany, amb el seu llibre | M. Duran
La mataronina Meritxell Jubany, amb el seu llibre | Marc. Duran

 

La historia del castillo de Santa Florentina da para mucho más que el estudio del CEDIM. En clave maresmenca es protagonista de la mano de la gestora cultural mataronina Meritxell Jubany, que se volcó por completo a la hora de publicar la novela ‘Les ombres del castell’. La obra es un ejercicio a medio camino entre la investigación histórica y la ficción literaria, y tiene como objetivo recuperar la memoria y reivindicar la figura de Ramon de Montaner i Vila. Jubany conoce Santa Florentina como pocas personas. Durante años trabajó allí como guía y coordinadora cultural, y en ese tiempo dedicó largas jornadas explicando a los visitantes la historia del castillo, de la familia Montaner y de la obra del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, sobrino del editor. “Pasaba hasta diez horas al día hablando de lo mismo, relatando cada detalle del patrimonio, de las vidrieras, de las colecciones artísticas... Al final sentí que debía poner por escrito todo aquello que no cabía en una visita guiada, que tenía que trasladar toda esa pasión al papel”, explica la autora.

El libro nace del conocimiento y amor de la autora hacia el castillo, donde trabajó

‘Les ombres del castell’ no es una biografía ni un estudio académico, sino una novela que intercala capítulos de ficción con fragmentos de reconstrucción histórica. La obra tiene como protagonista a Alba Casals, doctora en Historia del Arte y alter ego de la propia Jubany, que a través de su voz narra los episodios más desconocidos del castillo y denuncia el expolio patrimonial que habría sufrido el edificio a lo largo del siglo XX. El libro se convierte así en un homenaje a Ramon de Montaner. “Montaner no era solo un hombre de negocios, sino alguien con una visión cultural y patrimonial que lo situó a la vanguardia de su tiempo”, señala Jubany.

Detall de l'exterior
Detalle del exterior

La autora ha realizado una labor de documentación exhaustiva para dar solidez a la novela. Ha consultado testamentos, archivos notariales, estudios del Centre d’Estudis Domènech i Montaner y fuentes bibliográficas, pero también ha recogido testimonios orales de masoveros y vecinos que mantuvieron viva la memoria del castillo cuando el edificio estaba prácticamente abandonado. “Sin esta memoria oral no se podría entender Santa Florentina. La gran historia, la de los libros, debe completarse con la pequeña historia que cuenta la gente que vivió y trabajó allí”, dice. Para Jubany, el castillo no es solo un espacio físico, sino un personaje con alma. “Lo he vivido mucho. Lo he llorado, lo he sentido. El castillo es casi un ser vivo, con sus energías y su espiritualidad. Cuando lo conoces, te transforma”, afirma. Esa conexión emocional es el motor que la llevó a escribir la novela. Teoriza que el castillo de Santa Florentina es mucho más que una construcción histórica: es un espacio vivo y cargado de energía. “Cuando entras, no solo ves piedra y vidrieras, sino que sientes una presencia muy intensa. El castillo te habla, te cuenta historias, y si te dejas llevar, te transforma”, asegura la autora. Esta conexión íntima es la que la ha llevado a definir Santa Florentina como un personaje en sí mismo dentro de la novela, capaz de alterar y marcar el destino de quienes pasan por él.

Jubany no descarta una segunda novela y advierte que la historia “da para una película”

En el proceso de escritura, Jubany confiesa que lo que más le preocupaba era dar voz a aquello que había quedado en silencio. “Más allá de los hechos históricos y documentados, está la memoria callada: las piezas de arte que desaparecieron, los detalles que nadie explica en los libros oficiales, las emociones de quienes vivieron y trabajaron en el castillo. Recuperar esas sombras, darles palabra y hacerles justicia fue el mayor reto y también el acto de compromiso que sentía que debía a Santa Florentina”.

Una denuncia literaria

A pesar de la belleza y el encanto que rodean Santa Florentina, Jubany (o más bien su alter ego dentro del libro) no oculta que el castillo ha sido víctima de un largo proceso de expolio y pérdida patrimonial. ‘Les ombres del castell’ es también un grito de denuncia: “Quería hacer justicia, dejar por escrito la gran injusticia y el gran expolio que ha sufrido este espacio. La literatura me permitía hacerlo con libertad, creando un relato que llegara a más gente”. La obra ya ha llegado a la tercera edición y ha despertado un notable interés entre los lectores y estudiosos del patrimonio y la historia local. Jubany no descarta una continuación: “Todo el mundo me dice que da para una película o para más libros. Yo solo sé que tenía que escribirlo por necesidad, por compromiso con lo que viví en el castillo. Los castillos no solo cuentan la historia de quienes los construyeron, sino también la de todos los que los han amado y luchado por mantenerlos vivos”, concluye.

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