Judith Vives

Carpe decimos

Woody Allen recupera un antiguo guion de juventud que le permite salir momentáneamente de la deriva creativa en la que se ha convertido su filmografía en los últimos años. Si la cosa funciona no es ni mucho menos una muestra del mejor Allen, pero si que permite recuperar una pequeña chispa del talento como irónico observador de las complicadas relaciones de pareja. La cosa, aquí, toma la forma de una comedia ácida y desenfadada al sobre un intelectual judío de bastante edad y con tendencia a la misantropía que se enamora de una jovencita de provincias. Alrededor de esta relación y siguiendo unos mínimos parámetros de comedia clásica, pivoten las historias de una pandilla de personajes que también son "víctimas", de una manera u otra, de los caprichos del amor. La conclusión, por Allen, es uno "fuera los prejuicios" y un "carpe decimos" que invita a no dejar pasar de largo las pequeñas alegrías que surgen en medio del caos de la existencia. Todo ello está aliñado con los chistes de rigor a expensas de nazis y judíos y con apuntes, no por más sutiles menos sangrientos, sobre el provincianismo y el carácter esnob de cierta intelectualidad neoyorquina. La cosa funciona bastante bien en este Allen 100% escrito en la juventud y rodado desde la madurez porque, al fin y al cabo, las penas y alegrías del corazón son muy similares a cualquier edad.

Comentarios