El pasado mes de junio se cumplieron dos años desde la investidura de David Bote tras ganar las elecciones municipales, y 10 desde que es alcalde de Mataró. Una oportunidad para valorar el actual mandato ahora que llega a su ecuador, con temas polémicos sobre la mesa como la crisis vivida en Cerdanyola, la desigualdad social en los barrios más desfavorecidos, la seguridad, la limpieza, la educación o los grandes proyectos urbanísticos y de futuro.
¿Qué valoración hace de los resultados obtenidos hace dos años y de lo que ha pasado desde entonces?
Destacaría sobre todo el fenómeno global del populismo de extrema derecha que también tenemos en Mataró, que ofrece respuestas muy simples a problemas complejos. Como administración, cuesta explicar y mejorar estos problemas de manera inmediata.
¿Cómo combatir este discurso que, aunque sea simple, cala en ciertos grupos?
Lo primero es hacer una gestión rigurosa que responda a las necesidades diarias, con un diálogo transparente sobre seguridad, convivencia y estado de la ciudad. Pero también hay que confrontar los discursos vacíos. Nosotros hablamos de seguridad, pero también de desigualdad, ley de barrios, rehabilitación, regeneración... La extrema derecha habla de servicios públicos solo de fachada, porque no creen en la sanidad pública, las pensiones ni los derechos laborales. Los financian grandes fortunas ultraconservadoras. Por eso hay que gestionar el malestar real, combatir las mentiras y poner en valor las soluciones reales que el sistema puede ofrecer. Su objetivo es generar miedo y frustración, y nosotros debemos defender la esperanza. Como ellos no pueden hablar de pensiones, servicios o vivienda, intentan hacer creer que nadie más puede hacerlo. Por eso hablo mucho del orgullo de Mataró: debemos defender lo que es colectivo y amarlo.
“El objetivo de la extrema derecha es generar miedo y frustración, y nosotros debemos defender la esperanza”
Esa desesperanza ha hecho que una parte de la población vote fuerzas extremistas. En Mataró, Vox tiene cuatro concejales. ¿Por qué cree que pasa esto?
Por dos motivos. Primero, vivimos un momento de cambio rápido: en 2023 nacieron 23.000 personas menos de las que murieron en Cataluña. Esto genera vértigo, porque los valores, el clima, la composición social cambian y eso descoloca. Por ejemplo, lo que piensan los jóvenes de 20 años no tiene nada que ver con lo que piensan los de 60. Pero hay que ponerlo en perspectiva: hace 50 años los barrios periféricos de la ciudad no estaban urbanizados, ahora la gente vive más y mejor. Pero hay nuevos problemas, como el acceso a la vivienda. El segundo motivo es que hay un emisor de mentiras que siembra confusión. Una mentira repetida puede acabar creyéndose. Debemos empatizar con quien afronta estos cambios e incertidumbres, explicarlo bien, marcar un camino y combatir la mentira.

David Bote durante la entrevista. Foto: R.Gallofré
Ha destacado el cambio demográfico, con la natalidad a la baja compensada por un saldo migratorio positivo. El fenómeno migratorio es complejo y a menudo utilizado en discursos de extrema derecha. Hay preocupación, especialmente en barrios como Rocafonda o Cerdanyola, por la convivencia. ¿Cómo lo ve? ¿Qué dice a quienes sienten que la convivencia es más difícil?
Es un tema delicado que hay que abordar con serenidad. Igual que hablamos de seguridad de manera abierta, hay que hacerlo también con inmigración y convivencia. A los vecinos les digo que el problema no es el origen de las personas, sino la desigualdad y la pobreza. Y que cualquier persona que no respeta la convivencia, pase lo que pase, es un problema. Hay derechos, pero también obligaciones. Defender el orden es defender normas básicas: desde recoger la basura adecuadamente hasta mantener el espacio público limpio y la seguridad. Una sociedad solo puede funcionar con normas y respetándolas.
Sobre Cerdanyola, que vivió conflictos hace unos meses, ¿cómo lo vivió y qué reflexión hace?
Es un episodio significativo que pone sobre la mesa la necesidad de marcar el principio de autoridad: la policía no debe ser cuestionada. También está el papel de fuerzas antisistema y extremos que solo quieren desestabilizar, porque en la competición diaria no tienen opción. Su escenario de victoria es fuera del equilibrio. Siempre he dicho que la policía local y los Mossos son democráticos y hacen bien su trabajo, respetando a la ciudadanía. La voluntad constante de desacreditar a la policía es nociva. Tampoco sirve señalar a otros ciudadanos como responsables de todos los problemas. Es necesario que los extremos desaparezcan. Vivir en sociedad es aceptar normas para todos. Y vivir en sociedad es una ganancia para tener mejores servicios y afrontar retos. Lo que se vivió en Cerdanyola explica la complejidad de la situación actual, los sectores que interfieren y las necesidades a las que debemos dar respuesta.
“¿Inmigración? A los vecinos les digo que el problema no es el origen de las personas, sino la desigualdad y la pobreza”
¿Hasta qué punto los disturbios vividos pueden tener raíz en el descontento de parte de la población del barrio por los problemas de pobreza y falta de acceso a una vivienda digna?
¿En qué condiciones estaría dispuesto a aceptar la violencia? Yo, personalmente, con la situación y contexto actuales, no. No hay nada que justifique la violencia. España es un estado democrático; no vivimos una situación de opresión ni nada que pueda hacer pensar que la violencia sea la única respuesta posible. Estas no son las circunstancias aquí ni en Cataluña. El sistema puede dar respuestas, quizás no tan rápidas ni como querríamos, pero es mejor que las alternativas violentas. Solo hay que mirar otros países donde se recortan derechos, donde hay detenciones por manifestarse... Yo no sé si en una situación extrema me rebelaría, pero ahora mismo eso no se entiende. Además, debemos generar un discurso más transversal. No quiero señalar a los jóvenes ni estigmatizar a ningún colectivo, pero el mundo juvenil ha cambiado mucho. Hay grupos de jóvenes que se toman estos incidentes como un juego, probando hasta dónde pueden llegar. Esto es un caldo de cultivo que debería hacernos reflexionar.

Precisamente los detenidos por quemar contenedores en el barrio eran menores.
Ante esto, para mí, hay cuatro o cinco ámbitos estratégicos para el futuro de la ciudad, y uno de ellos es la educación. Hemos puesto mucho el acento en la planificación escolar y reforzado los proyectos educativos para que la escuela sea un lugar de cohesión social y de oportunidades, donde la gente aprenda a ser ciudadanos con derechos y deberes. Hay que reflexionar sobre qué valores estamos promoviendo.
Ante esta emergencia habitacional que se vive en toda la ciudad, especialmente en los barrios más desfavorecidos, ¿qué tiene que decir a aquellas personas excluidas del mercado de la vivienda?
Quiero poner en valor lo que hacemos desde el Ayuntamiento, aunque no sea competencia nuestra. Hemos cedido suelo para vivienda de alquiler asequible que gestionamos directamente, hemos comprado vivienda mediante el tanteo y retracto para la bolsa de alquiler social, hemos impulsado la medida del 30% de vivienda protegida, estamos promoviendo vivienda dotacional en Cirera… Con los recursos locales también hemos puesto solares a disposición para construir más vivienda. Pero hay que salir de la emergencia del día a día y marcar objetivos claros en la revisión del Plan General: saber cuántas viviendas necesitamos y dónde. No podemos enviar a la gente fuera de la ciudad; tendremos que jugar con densidades, pero construir donde se pueda, evitando zonas forestales o espacios protegidos.
Sobre si hay que construir más vivienda, los constructores dicen que sí.
Cuando combatíamos las ocupaciones decíamos que había que movilizar el parque de vivienda vacía. La vivienda no puede ser un elemento de especulación. Durante la crisis de 2008, mucha gente perdió la casa y los grandes tenedores no movilizaban su parque de vivienda, incluso expulsando gente, y eso era un sinsentido. Por eso el foco debe estar en legislar y regular para que la vivienda vacía se ponga a disposición y para que quien tiene dificultades pueda resolverlo por vías legales. Lo que no podemos hacer es validar que acceder a la vivienda sea a través de una ocupación, que es un delito. Es injusto para quien sigue los circuitos oficiales.

Los vecinos no entienden que se dé consumada una ocupación flagrante a los pocos minutos de producirse, porque la policía no tiene otro mecanismo. ¿Por qué no se ha resuelto esto legislativamente?
Hay que entender la aritmética parlamentaria y las posiciones ideológicas que hay detrás. Una parte defiende a los grandes constructores, que quieren una solución demasiado rápida, mientras que hay posturas opuestas que consideran que habría que intervenir directamente en el mercado de la vivienda y que no se está haciendo con suficiente fuerza, algo que de algún modo les lleva a justificar estas ocupaciones. Son dos visiones que chocan y que por ahora no pueden encontrar un acuerdo.
“El efecto Lamine Yamal no es ninguna fachada, puedes hacer bandera de tu barrio y al mismo tiempo reconocer que hay problemas que hay que afrontar”
Mataró ha visto cómo, con la figura de Lamine Yamal, se reivindicaba con orgullo un barrio complejo como Rocafonda. Hay quien dice que esto es solo una fachada que esconde los problemas reales.
Decir que esto es solo una fachada es una mentira. Es totalmente posible amar tu barrio y, al mismo tiempo, reconocer y querer mejorar los problemas que hay. Cuando alguien promueve este discurso, lo que quiere es quitarle la esperanza a la gente. Por tanto, no es ni solo una fachada ni solo un orgullo vacío de contenido. Yo he sido honesto: tener un referente como Lamine Yamal no cambia la dura realidad del barrio, pero sí que da visibilidad a otra realidad, como es la incorporación de personas de origen inmigrante en toda clase de cargos, puestos de trabajo y responsabilidades en nuestra sociedad. Esto muestra que los chicos que salen quemando contenedores no son ni mucho menos el retrato completo del barrio. También hay referentes positivos. Y sentirse orgulloso de Rocafonda no hace daño a nadie; al contrario, te mueve a mejorar aquello que amas. Si no te importa tu barrio, difícilmente le dedicarás esfuerzos.
“Nunca hemos escondido los datos en seguridad, ni los buenos ni los malos; el problema es el uso a conveniencia que hace determinada gente”
Muchos vecinos de estos y otros barrios se quejan de la inseguridad, aunque los datos dicen que Mataró no es una ciudad insegura. ¿Por qué se da esta discrepancia entre datos y percepción?
El tema de los datos es curioso: hay gente que los utiliza cuando le conviene y los niega cuando no. Nosotros siempre hemos sido transparentes: cuando los datos eran malos, lo hemos explicado, y cuando han mejorado, también. El Ayuntamiento nunca ha escondido cifras negativas. Para gestionar esto, hay que ser honesto y empático, y también entender que hay factores que afectan a la percepción de seguridad. Por ejemplo, si una calle está oscura, nuestro cerebro piensa que puede ser peligrosa. También influye la vulnerabilidad personal. Por eso tenemos que acompañar a la ciudadanía para que se sienta segura, no solo trabajando la realidad objetiva, sino también la experiencia y la percepción.

David Bote, alcalde de Mataró. Foto: R.Gallofré
Uno de los caballos de batalla de este mandato ha sido la limpieza y recogida de residuos, con planes de choque para mejorar los problemas sufridos. Pero últimamente volvemos a encontrar demasiados contenedores desbordados. ¿Qué pasa?
En la gestión del contrato del servicio hemos ido añadiendo muchos recursos desde que soy alcalde, entre 5 y 7 millones de euros más destinados a recogida, limpieza y tratamiento. La gente a menudo olvida que la factura del tratamiento de residuos también crece. A pesar de este esfuerzo, cuando lo dividimos por habitante, todavía tenemos que mejorar. Por eso planteamos un crecimiento específico en la limpieza en el nuevo contrato, y esto exigirá más recursos, porque gratis no se hace nada. Hay carencias subjetivas que dependen del Ayuntamiento, y con el plan de choque estoy seguro de que hemos revertido y mejorado mucho la situación. No la hemos eliminado del todo, pero hacemos seguimiento y hemos reducido muchísimo las incidencias. En cuanto a la parte que depende de la ciudadanía, hemos puesto en marcha un plan de inspecciones, porque necesitamos un comportamiento cívico mejor de una parte minoritaria pero muy visible de los vecinos y vecinas. Pero quiero destacar que la mayoría hace las cosas bien y se les tiene que agradecer. Finalmente, hay factores ambientales como la sequía, que ha limitado la cantidad de agua que se puede usar para limpiar, algo que ha perjudicado el estado de la limpieza.
“Hay que movilizar la vivienda vacía y que no sea fuente de especulación, pero no podemos validar acceder a un piso por una ocupación, eso es un delito”
Antes mencionaba la educación como factor clave para revertir determinados comportamientos de la juventud, pero el cierre de líneas en la escuela pública vivido en los últimos años en la ciudad quizás contradice esta voluntad.
Primero, tenemos que hacer frente a la crisis de natalidad que vivimos, no podemos mirar hacia otro lado. El esfuerzo no puede recaer solo en la escuela pública. Tenemos que velar por su calidad y que todos se comprometan con recursos, pero también siendo exigentes con los resultados. Tenemos que garantizar la oferta pública en toda la ciudad. Con estos criterios, trabajamos con quien tiene la competencia y toma las decisiones, que es la Generalitat. Creo que la transición entre los dos gobiernos de este año nos ha hecho tardar en trabajar mejor estos temas; es una autocrítica. Ahora tenemos un año para aclarar y mejorar la planificación, sabiendo que la decisión final no depende de nosotros.
Cuando se anunció el cierre de dos líneas de I3 para el próximo curso, al Ayuntamiento le pareció bien de entrada. Después habéis cambiado de discurso.
A veces no explicarse bien hace que parezca que estás de acuerdo o no, pero fue más una dificultad para explicar un fenómeno y ajustar el discurso que una posición formal.
Siempre recibe la pública y a las concertadas no se las toca.
Durante mi mandato, tres escuelas han perdido el concierto un año por no llegar a la cifra mínima de preinscripciones; esto no se ha publicitado mucho, pero ha pasado. Por tanto, animo a cambiar las normas para que sean más equitativas, tanto en gestión como en oferta y prescripción. Como criterio político, creo que el esfuerzo para afrontar esta crisis debe ser compartido.
“La Torre Barceló debe servir para abrir un debate sobre qué ciudad queremos en el futuro”
En el capítulo urbanístico, ahora que la Torre Barceló, que tantas críticas ha generado, ya está casi terminada, ¿cómo la ve?
Para mí, lo más relevante es cómo hacemos el debate. No vale decir que como a una parte de la ciudadanía no le gusta, haríamos cinco plantas menos y listo, sin explicar que eso supondría un gasto millonario para el Ayuntamiento. Eso no es sincero, es una trampa. Los debates deben hacerse cuando toca, y cuando se toman decisiones debemos corresponsabilizarnos. La ciudadanía debe participar con toda la información, conociendo el origen y la historia del proyecto, que se remonta a hace 30 años. Tampoco podemos fingir que depende solo del Ayuntamiento decidir si los pisos serán de alquiler, de venta, más grandes o más pequeños, porque no es así. Yo sigo defendiendo que la torre debe servir para abrir un debate sobre qué ciudad queremos, vinculado a la revisión del Plan General que ahora afrontamos; y también como pieza clave del desarrollo del Frente Marítimo. La torre, pero también la plaza a su alrededor, la recuperación de la Farinera, la futura estación, el Euroveló por la nacional, casi 130 viviendas protegidas en la Ronda Barceló… Son buenas noticias porque la ciudad debe dar respuesta a todos.

Se cumplen dos años de su última victoria electoral. Foto: R.Gallofré
Estamos a mitad de mandato; ¿se plantea el futuro solo a dos años vista o quiere volver a presentarse?
Sí quiero, las veces que haga falta. La idea es continuar. Tengo ilusión y responsabilidad. No soy de aquellos que desaparecen cuando hay problemas. Confío y tengo esperanza.
¿Cuáles son los temas clave que tiene en mente para desarrollar la ciudad? ¿Qué Mataró del futuro se imagina y por la que quiere luchar?
No me imagino una ciudad que no respete las normas ni el orden. Estamos construyendo un futuro cuidando el presente, los aspectos del día a día. Me imagino un Mataró preparado para dos grandes retos: el envejecimiento de la población —por eso repensamos cómo nos cuidamos— y el cambio climático, con proyectos que van en la buena dirección en agua, energía y verde. Me entusiasman proyectos como la ampliación del hospital, el Parque de Economía Circular, seguir trabajando en la seguridad y la limpieza... Me hacen mucha ilusión proyectos que enriquecen la actividad económica de Mataró, como la bajada del paro y la apuesta por ampliar el Tecnocampus, para hacer de Mataró una ciudad del conocimiento y cuidadora. También apuesto por una industria de calidad, como el textil técnico. Sigo pensando —y se habla poco de ello— que podemos aportar mucho en la modernización de la administración municipal, liderando estos cambios. Y, sobre todo, todo esto debe estar alineado con la norma que ordena el suelo, que es la “religión” del Plan General. Uno de los grandes ejes de futuro debe ser la regeneración urbana: ley de barrios, rehabilitación, espacio público, vivienda, educación... Esto marcará si una ciudad funciona o no. También debemos conseguir que todo el mundo sienta Mataró como su casa. Por eso lucimos la bandera: es un orgullo y un sentimiento de pertenencia que queremos hacer extensivo a todos.
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