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Rafael Vallbona

De Tiana en Montgat. La puerta metropolitana

Primer capítulo de las rutas por el Maresme publicadas por el escritor Rafael Vallbona a la revista Report Maresme

Desde arriba del cuello de la Conreria se ve claramente que la idea que corre de un tiempo acá de situar Tiana y Montgat a la subcomarca del Barcelonès Norte, es una falsedad que sólo responde ve a saber a qué extraña voluntad. Por eso decido empezar este viaje a través de la piel y el alma del Maresme justo aquí, rodeado de pinos, con la cartuja de Montalegre a los pies, un suave entapissat de viñas que se esparcin fin ns a los cerros de Montgat y con el mar recortándose, calitjós, al horizonte.

No hay imagen más definitoria de la comarca que esta, y no hay colores que tiñan con más propiedad esta tierra que el verde de la cordillera litoral y el moratón de la Mediterránea. Al sur, las colinas esllangueixen fin ns en el Besòs y la llanura de Barcelona, y los colores se diluyen con los ocres y grises metropolitanos; todo ello otro país claramente diferente del que dibujan estas comarcas maresmenques. La carretera que viene de Santo Fost tiene el aire indefi nidament obac de esta parte del Vallès; pero así que llegamos al cuello y cambiamos de vertiente, levantamos un poco la mirada y, renoi, qué cambio más repentino! Ahora sí que somos allá donde íbamos.

La cartuja está datada de mitades del siglo XIII, y a los pinares que lo rodean serefugiaron los resistentes a las órdenes del general Manso durante la Guerra del Francés. Para el numeroso tránsito que sube y baja por esta carretera esto es una anécdota, está claro; a los conductores los preocupa más saber si se hará o no el túnel que los evitará saltar la cordillera. Quéquedará de la clausura con una vía rápida a tocar?, quéserá de los pinares y las viñas, muchas de ellas nuevas, que se enfi len fin ns al cerro de en Galceran a 486 metros? De esto notendremos justa dimensión fino ns que otro viajero tome conciencia del que representa sentimentalmente esta tierra y decida emprender la ruta de nuevo para ver quéqueda de todo. A estas alturas, pero, la entrada en Tiana todavía tiene un punto de romántico que evoca un pasado esplendoroso de campesinado próspero gracias al vino, el aceite, la fruta, las algarrobas o las verduras, pero sin apartarnos del presente residencial, y burgués, que empieza a tener presencia a partir de fin nals del XIX con la llegada del tren y la creación, empujada por Joan Garí en 1916, del tranvía para unir la villa con la estación. Desde la curva donde hay el desvío que dirige en la escuela y la zona deportiva, la mirada del viajero no ve más que el cementerio rodeado de viñas y huertos y presidido por la primera iglesia románica del pueblo, del año 1200. Aquí uno se da cuenta que estas tierras, desde aquí fino ns en la Tordera, deben de toda su personalidad a los romanos. De ellos son los cultivos, los caminos, los pozos, el culto a los muertos, la vida residencial y fin ns y todo el veraneo en sus múltiples formas.

Tiana es un pueblo que respeta el que le ha dictado la historia. Crecida por el empujón popular a copia de construir nuevas parroquias que certifi cavan la voluntad de arraigarse en la tierra, la villa continúa siendo hoy, con más de seis mil habitantes, aquella casa, aquel huerto y aquel jardín que crearon los romanos y que la dibujante y narradora Lola Anglada supo convertir en literatura. La que fue residencia de la dibujante y artista desde la posguerra fino ns a su muerte en 1984 es todavía un rincón ineludible para quien se quiera aproximar a la personalidad pausada, pero voluntariosa, del pueblo que la hizo fin lla adoptiva. Al jardín de la casa, hoy público, dos conjuntos escultóricos reproducen los personajes infantiles y familiares que poblaron las páginas de la escritora. Así mismo es la Tiana de hoy en día, un pueblo que apuesta por su futuro creciente mesuradament, pero también una villa que sabe que conservar su pasado es una buena inversión para el porvenir. Con esta dualidad el paseo por el pueblo está pleno de sorpresas. Desde un ejemplar del antiguo tranvía convertido en monumento, pero destruido por los salvajes habituales de los cuales no se libera nadie, fin ns a algún rincón todavía presidido por un fin guera, una balsa, algunas fin gues de moro y el moratón omnipresente al horizonte. Esto, está claro, contrasta con los chalés y edifi cis de apartamentos nuevos que dibujan el sky line moderno del pueblo, a pesar de que la presencia de antiguas villas noucentistes de veraneo, del edifi ci del casino, o de los ma sos que acogen las bodegas Parxet y J. Mestre, dejan muy clara la voluntad noble, culta, rica, aseada y feliz del pueblo. El punto más bajo de Tiana es sólo a 46 metros sobre el nivel del mar; allá empieza Montgat, que, como muchos pueblos del litoral, es un pueblo joven, un cachorro casi. El año 1933 el antiguo Montgat de los pescadores y la zona industrial que crecía a las Mallorquinas ya tenía parroquia, cementerio, escuela, estafeta de correos, fiesta mayor, dolores de cabeza propios y había ultrapasado los dos mil habitantes. Así, asumiendo la realidad sin traumas, Montgat se convirtió en municipio independiente.

Bajando por la carretera a penas un semáforo indica al viajero el paso de un pueblo al otro. En este punto dejo la ruta y me adentro por las calles del municipio. La capriciosa orografi a de cerros y fondals, los diversos núcleos de población y el deslinde del término por la carretera y la autopista, hacen de Montgat (más de nueve mil habitantes) una villa complicada de recorrer y conocer.

Pero si un pueblo del Maresme hay que empezar- lo por el comienzo es Montgat; o sea que buscáis el cerro agujereado por el túnel del tren y coronado de fin gues de moro y seréis en otro de los portales de la comarca. Está claro que la llanura que resta a los hombros también es Montgat, y tanto. Allá dondehabía habido durando muchos años la tètrica fábrica de la lejía Conejo hay ahora un barrio de dignos edifi cis con unos balcones que se abocan al mar que hacen envidia. Os aseguro que no os haría nada de vivir. Además, la renovada estación y la playa ganada en la fábrica hacen del lugar un atractivo polo residencial. Pero a mí el que me encanta de Montgat es el barrio de pescadores. Los estrechos callejones que se reúnen entre la carretera y el mar, con la iglesia entre humildes casas que todavía respiran salabror, y la torre de guaita de can la Encina, tienen la añoranza de una época que se resiste a desaparecer; por eso la subasta pervive y surte de pescado fresco restaurantes como El Espejo, situado en la calle del Mar. Aquí no hay carta; a los fogones manda el que las barcas sacan del mar. Es un lugar extraordinario para acabar la ruta, un lugar calm donde disfrutar del gran placer de los sentidos, un buen ejemplo del que iremos encontrando a lo largo de toda la comarca. A la hora de pair, un paseo por el antiguo barrio de veraneantes de Montsolís, con sus casas coloreadas, me transporta a un tiempo en que nohabía veraneos como los del Maresme.

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