Finalmente, después de muchos años de reclamarlo, las Cuatro Columnas de Puig y Cadafalch vuelven a ocupar el lugar del que nunca tendrían que haber desaparecido: la montaña de Montjuic. Derrocadas en 1928 por el dictador español Miguel Primo de Rivera por ser un símbolo de catalanidad, desde el pasado 7 de diciembre – data en qué se retiraron los andamios que las cubrían – se pueden contemplar nuevamente como consecuencia del acuerdo que por unanimidad adoptó, el junio de 2008, el Pleno del Ayuntamiento de Barcelona. Con el final de las obras, la restitución del monumento permite que nuestra ciudad y nuestro país recuperen una parte importante de su memoria histórica.
Al respeto, es bueno recordar que el enero de 2006 el Ayuntamiento de Mataró se adhirió, a propuesta del Grupo de Opinión Jaume Llavina de nuestra ciudad, a la campaña que a finales del 2004 había emprendido la Red de Entidades Cívicas y Culturales por los Derechos y las Libertades Nacionales de los Países Catalanes a favor de la restitución de las Cuatro Columnas.
Más allá de la emoción que sentimos como catalanes, la condición de mataroní de Puig y Cadafalch hace que la restitución nos llene de orgullo y satisfacción. De orgullo porque Puig y Cadafalch es, sin ningún tipo de duda, el hijo más ilustre de nuestra ciudad y el más conocido y reconocido internacionalmente. De satisfacción porque con la restitución de esta monumental obra nuestro país da un paso más en la recuperación de la memoria, demasiado a menudo olvidada y menystinguda, de una de las personalidades más relevantes de la Cataluña contemporánea. Su legado, en cuanto que arquitecto, urbanista, arqueólogo, historiador del arte, político y académico, es uno de los más impresionantes que nos ha dejado la historia.
Exiliado por primera vez después del golpe militar de Primo de Rivera, obligado a exiliarse nuevamente, en 36, por sus creencias políticas y religiosas, y represaliat, al volver del exilio, por sus convicciones catalanistas, Puig y Cadafalch no tuvo en vida el reconocimiento que, en justicia, merecía. A pesar de los esfuerzos que después se han hecho para corregir esta anomalía, nunca se ha valorado bastante su figura. No hace tanto, en 2002, los autores del libro "El legado de un renacentista contemporáneo en Mataró y en Argentona" escribieron que "Puig y Cadafalch es todavía, en muchos aspectos, un desconocido". La situación, ocho años más tarde, no ha cambiado mucho. Por eso celebramos con gran gozo la restitución de las cuatro columnas jónicas, porque, gracias a ellas, el recuerdo de un mataroní excepcional es más presente en toda Cataluña.
Consiguientemente, pues, nuestro agradecimiento en el Ayuntamiento de Barcelona, en la Red de Entidades Cívicas y Culturales, y al Grupo de Opinión Jaume Llavina. Nuestro reconocimiento, también, a la determinación de la Red en pro de lograr la restitución. Precisamente porque sabemos que el camino no ha sido nada fácil, nuestra consideración es todavía más grande.
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