Laura Cera Brisa es una de las periodistas mataronenses más conocidas, por la radio y la televisión públicas de nuestra ciudad. Seguramente solo por eso ya suene a mucha gente. Una voz reconfortante, muy profesional, que ha saltado a la piscina de la narrativa con su primera novela. Que ‘Gel a 40 graus’ la haya editado La Campana no es casual y que ya vaya por la segunda edición en pocas semanas, tampoco. Laura cuenta la historia de Laia, un personaje que no es ella aunque comparta con ella rasgos y situaciones. Laia es una periodista mataronense que vive con su mejor amigo, Martí. Tener que dejar de compartir piso es el detonante de una serie de situaciones y giros que, yendo arriba y abajo en el tiempo, conforman un relato vital que puede sentir más o menos propio cualquier persona de entre 20 y 40 años. Navidad primero y hasta Sant Jordi 2026 después serán, sin duda, dos campañas que consolidarán este gran debut narrativo.
¿Quién es Laura Cera?
Una chica muy normal de Mataró, que es periodista, que tiene la suerte de trabajar de ello y a quien le gusta mucho escribir y ha decidido hacer una historia para hablar de cosas que le preocupan, que le interesan y para vaciar un poco la cabeza.
¿Laura vacía la cabeza a través de Laia?
Un poco sí, es inevitable, creo, cuando hay un proceso creativo de cualquier tipo. Sin querer ser pretenciosa, pienso que es inevitable que el autor o la autora, cuando terminamos un libro, una canción o una obra de arte, ponga un poco de lo que es, de lo que piensa o de lo que siente, o de lo que ha vivido. Yo no concibo otra manera de escribir que no sea así.
¿Cómo nació el libro?
Nace en plena pandemia. Para mí fue la gloria, el confinamiento, porque de repente tenía un saco de tiempo libre para dedicar a hacer cosas que no podía hacer porque el día a día me devoraba, como escribir, brutal. Tenía la necesidad de reflexionar, de vaciar, de canalizar o de cerrar algunas etapas, seguramente mías, y empecé a escribir, que es algo que siempre he hecho, sea ficción o no. Me encontré ficcionando una historia en la que ponía situaciones o experiencias que me interesaba pensar o curar de alguna manera. Y así nació Laia, un personaje que evidentemente tiene mucho de Laura, pero me gusta dejar claro que no es mi historia.
¿Escribir te ayuda, entonces?
Para mí escribir siempre ha tenido ese punto terapéutico, y no me desagrada en absoluto esa etiqueta. Me ha servido mucho, y me gusta ver que también está sirviendo a otras personas, algunas más o menos cercanas, gente que me conoce y otra que no me conoce de nada pero que ha conectado con alguna parte de la historia. Eso me hace pensar que, al final, todo lo que hay aquí dentro son experiencias o sentimientos universales, que pueden hacer que otra persona se sienta identificada o conecte a través de un recuerdo o de una vivencia propia.
Es una novela generacional.
Creo que el libro tiene un punto costumbrista, en el sentido de que simplemente transcurre la vida, en este caso durante un año o a través de diferentes pasajes. Pero sí, es generacional, porque hay situaciones con las que generaciones anteriores a la nuestra seguramente no se sentirán nada conectadas.
La muerte de tu madre te marcó y también marca la novela.
Mi madre murió hace diez años, y a mí escribir siempre me ha ido muy bien, porque a veces cuesta hablar de ello o encontrar los espacios y las personas con quien hacerlo. Gracias a mi psicóloga, que detectó enseguida que escribir me funcionaba, empecé a utilizarlo como una herramienta para vaciarme y reflexionar. Siempre he escrito mucho sobre ello, y una de mis excusas para ponerme a escribir era precisamente tener tiempo para pensar dónde estoy, qué ha pasado hasta ahora.
¿No hablamos lo suficiente de la muerte?
A veces no salimos del tópico de decir “qué valiente, qué meritorio”, pero no sabemos cómo hablar de verdad. Creo que nos han enseñado poco y cuesta mucho encontrar la manera de hablar de la muerte, sobre todo si no la has vivido. Antes de que muriera mi madre, me bloqueaba cuando alguien me hablaba de la muerte: me provocaba pánico, porque no sabía qué decir ni cómo reaccionar. Pero sentarse, por ejemplo, con una amiga y hablar de cómo te sientes después de haber perdido a tu madre, de qué piensas o qué te pasa por la cabeza, es muy difícil.
También aparece Mataró.
Yo soy de Mataró, amo la ciudad, y para mí era esencial que Mataró fuera el escenario donde transcurre esta historia, que, de una manera directa o sutil, se pudiera percibir. Creo que los lectores que son de Mataró lo apreciarán y les hará gracia, como una guiñada, mientras que a los que no son de Mataró no les molesta la referencia; al contrario, quizá les despierta ganas de venir a Mataró, a disfrutar de las croquetas de la Granja Caral o de los pasteles del Uñó.
¿Volverá Laia?
La he expuesto a situaciones un poco al límite, quizá la he hecho pasar canutas, y la quiero muchísimo, no solo porque tenga parte de mí, sino porque he convivido con ella muchos años y la he visto crecer y evolucionar. No sé si volvería a escribir otra historia con Laia como protagonista; creo que ahora no.
¿Cómo reaccionan los lectores?
Muchísima gente me ha escrito, y eso me está desbordando en el mejor de los sentidos. Es muy emocionante y tiene un punto mágico ver cómo la gente que te conoce se vuelca con el libro y te da esa confianza ciega. Aunque te conozcan, recibir mensajes casi cada día es muy bonito, y me hace muy feliz ver que también gente que no me conoce confía en mí, sin que yo sea mediática ni haya publicado antes, pensando que quizá les gustará la historia. Es maravilloso ver cómo los lectores comparten qué les ha gustado, qué podríamos haber mejorado o con qué han conectado, y a la vez provoca reflexiones y debates en entornos cercanos: con compañeros de trabajo, grupos de amigos o en conversaciones directas. Eso genera discusiones sobre temas que aparecen en la novela, como la muerte o la amistad, sentimientos y emociones muy universales que, a menudo, no atendemos lo suficiente porque seguimos con la vida sin detenernos a hablar de ello.
Tendrás que agradecérselo a Laia.
Laia está prestando un servicio, incluso a gente que no me conoce. También me han hecho ver puntos de vista diferentes: por ejemplo, madres que leen la historia desde el punto de vista de Lídia, la madre de Laia.
Sant Jordi será especial.
Me encantaría vivir Sant Jordi como autora. Los últimos los he pasado como periodista, pero como autora sería muy especial saber qué se siente un día como ese, que es precioso. También me gustaría intentar hacer algún club de lectura, que creo que puede ser mucho más enriquecedor. Al final, todo el mundo se ha enamorado, todo el mundo ha perdido amigos o personas queridas, y eso hace que la conexión con los lectores sea mucho más profunda.
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