Durante siglos, la tierra de Mataró custodió un secreto silencioso, una huella de la grandeza de la antigua ciudad romana de Iluro. En 2002, las excavaciones en la zona de Can Xammar sacaron a la luz un conjunto excepcional de restos arqueológicos, entre los cuales destacaba una escultura fragmentada que, con el tiempo, se convertiría en un símbolo de la ciudad: la Venus de Iluro.
El hallazgo, realizado entre los meses de marzo y octubre de aquel año, sorprendió a los arqueólogos. Entre los muros y los restos de un complejo termal, aparecieron fragmentos de mármol blanco de origen griego. Con paciencia y precisión, los expertos identificaron la cabeza, parte del torso, un codo e incluso un pequeño delfín con el pico roto. Aquellas piezas dispersas permitían reconstruir la imagen de una diosa: Venus para los romanos, Afrodita para los griegos, símbolo eterno de la belleza y del amor. Según los estudios realizados, la escultura sería una copia romana del siglo II d.C., realizada a partir de un modelo griego y vinculada a la escuela de Afrodisias, un prestigioso centro artístico situado en la actual Turquía. Con unas dimensiones cercanas al tamaño natural, la Venus de Iluro mostraba a la diosa erguida, parcialmente desnuda, cubriéndose con un manto que sostenía con la mano izquierda y que le ocultaba la parte inferior del cuerpo hasta media pierna. A su izquierda, un delfín —símbolo de su nacimiento marino— completaba la composición.
La presencia de esta escultura en el conjunto termal no era casual. Venus, protectora de los marineros y de las aguas, era una figura habitual en espacios relacionados con la purificación y el bienestar. Las termas públicas de Iluro, donde se cree que la pieza decoraba la sala de recepción, reflejaban el nivel de lujo y refinamiento que había alcanzado la ciudad. Agua caliente, sistemas de calefacción, mosaicos y pinturas decorativas hablaban de una sociedad próspera y culta, conectada con las corrientes artísticas del Mediterráneo romano. El mármol griego y la delicadeza de los rasgos de la diosa revelan una ciudad que no era periférica, sino plenamente integrada en las rutas comerciales y culturales del Imperio. La Venus de Iluro, más allá de su belleza, es el testimonio tangible de ese esplendor. Hoy, sus fragmentos restaurados se exponen en el Museo de Mataró (número de inventario MdM 20583), donde continúan fascinando a los visitantes con su elegante serenidad y con el misterio de su largo silencio bajo tierra.

Can Xammar, un yacimiento perdido en gran medida
Pero la historia de Can Xammar, el lugar donde se encontró la Venus, es también la historia de una pérdida. Como recuerda el historiador Joan Francesc Clariana i Roig, “los importantes restos arqueológicos que se encontraban en este lugar de la ciudad romana de Iluro fueron, en buena parte, destruidos para la construcción de un futuro mercado municipal durante el mandato del alcalde Pedró Crespo Gil”. Aquel edificio, destinado inicialmente a mercado, “tuvo una existencia desgraciada”, pasando por múltiples usos hasta su demolición final. La destrucción de aquellos restos —que después se confirmaría que pertenecían a un complejo termal— supuso una herida profunda en la memoria histórica de la ciudad.
Clariana denuncia que, durante la dictadura franquista, “se produjeron una serie de destrucciones gratuitas e inexplicables” en el Maresme, entre ellas las de Can Xammar, la villa romana de Torre Llauder y la del Sant Crist de Cabrils. Todas compartían, según él, un mismo patrón: “las Administraciones, entidades y personas responsables de la destrucción eran, a la vez, aquellas que más deberían haber procurado su preservación”. La falta de sensibilidad patrimonial y “el peso del elemento económico” fueron, dice, “los elementos detonantes de esta barbarie”. Estas palabras, escritas desde la indignación pero también desde el amor por el patrimonio, ponen de manifiesto un contraste: mientras la Venus de Iluro emergía para recordarnos la riqueza cultural de la ciudad romana, otros vestigios de ese mismo pasado fueron sacrificados años antes en nombre del progreso inmediato. La diosa de la belleza, que según la leyenda nació de la espuma del mar, renacía de nuevo en Mataró para revelarnos no solo la magnificencia de un tiempo antiguo, sino también la fragilidad con la que nuestra sociedad trata su propia historia.
Hoy, la Venus de Iluro es mucho más que una escultura antigua. Es un símbolo de la identidad mataronina y un recordatorio de que bajo cada piedra puede latir una parte de nuestra memoria colectiva. Preservarla, estudiarla y darle valor es una forma de reconciliarnos con nuestro pasado.
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