La Salle
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Rafael Vallbona

Premió: un lugar para vivir

Ruta por el municipio maresmenc publicada por el escritor Rafael Vallbona al número de enero de la revista ‘Report Maresme'

No os pensáis que es una redundancia, evidentemente que cualquier villa es un lugar para vivir, pero Premió, sí, uno sólo, no el de Mar y/o el de Arriba como restan divididos administrativamente y toponímica desde 1836, es hoy en día un lugar hecho y pensado exclusivamente para residir, con ventajas e inconvenientes, con renuncias y privilegios. Y como en todo lugar preferentemente residencial, el mejor patrimonio es su gente.

Para conocer donde empieza Premió, territorialmente e histórica, hace falta enfi lar-se fin ns en Sant Mateu, uno de los vértices de la cordillera litoral. A 499 metros de altura, la ermita románica de Sant Mateu, una graonada con dos cipreses y una pequeña vuelta de cañón coronada por un minúsculo campanario de cadireta documentada en el siglo X, es el lugar clave para entender qué es Premió. Arriba de un cerro entapissat de espesos pinos y con el mar cubriéndole los hombros como un telón de fondo azul, el paseando que seatansa tiene al alcance de su mirada la síntesis visual y emocional del país que nace a la orilla del mar a la época romana, y se esfuerza con los años para expandirse tierra adentro buscando el agua y las tierras de cultivo. Enfrente, y fin ns donde la vista alcanza, la tierra plana y fértil del Maresme, el plateado de los invernaderos que bajo la luz del sol crean un singular efecto cromático de mar interior, la excesiva extensión cobriza de tejados de casas adosadas y los antiguos cascos urbanos morenos y bigarrats como piñas. A tocar con la mano, el cortijo al cual pertenece la ermita emerge como poderoso símbolo de la fertilidad de esta tierra y del trabajo de su gente. Más allá la llanura del Vallès y sus conurbaciones urbanas se pierden entre la neblina fino ns a tocar de la cinglera de San t Llorenç de Montón y la sierra de la Obac. A partir de este punto empieza otro país que ya poco tiene que ver con este del litoral.

Aquí nació padre Josep Mas y Domènech, compilador del archivo de la catedral de Barcelona y gracias a la investigación del cual sabemos que Premió nació el día 21 de diciembre de 965, data que los testamentaris del conde Borrell cedieron la parroquia de Sant Pere a la sede barcelonesa.

Por el camino de la costa, el descenso fino ns a la cabeza del pequeño valle donde se asienta el casco urbano de Premià de Dalt es una avalancha de sensaciones. El pinar se va aclarando y el panorama se ensancha hacia feixes antiguamente cubiertas por viñas. El campanario de la parroquia emerge entre tejados. Algunos cortijos milagrosamente supervivientes, como Can Riera, recuerdan el pasado de campesinado rico de la comarca, mientras que los primeros chalés, de los más antiguos del pueblo, denotan que el veraneo fue una fuente importante de la economía local, fin ns que los fin lls o nietos de los pioneros decidieron que la segunda residencia se convertiría en primera. Así de simple ha sido la transformación del pueblo. El coche, la autopista y el tren han hecho el que ni la fino l•loxera había conseguido, cambiar el modelo de crecimiento. De la fábrica, nombre popular de la empresa Premió Textil, símbolo de la breve petja industrial al municipio y creada en 1880, hoy sóloqueda la chimenea, y las antiguas fin nques agrarias de can Balet y can Figueras se han convertido en lo ensancha de la villa en forma de rengleres de casas y servicios necesarios para crecer, como el polideportivo o el instituto que trae el nombre de un fino ll il•lustro, el añorado poeta Valerià Pujol (1952-1992).

El centro de Premió tiene el aire de pueblo perdido, un hecho que todavía lo hace más atractivo al visitante y estimable al residente. Las calles restan silents, hay muy pocas tiendas y, si no fuera por la actividad del ayuntamiento y las dos ofi cines bancarias, durante buena parte del año se diría que es un villorio perdido de alguna comarca pirenaica.

Pero este aire se rompe conforme se baja y, entre los moratones celestes y marinos, se divisan las primeras casas de Premià de Mar. La biblioteca Jaume Perich, en memoria del genial ninotaire que hizo de Premió su país pequeño, el consultorio médico, la escuela Marià Manent, otro premianenc de adopción, el instituto, correos o el pabellón, delatan que Premià de Dalt es un pueblo grande, con el latir calm pero imparable de las villas residenciales. Y esta idea todavía se refuerza más si, al sur, buscáis el denso casco urbano del barrio Santa Anna, nacido deprisa y corriendo durante los años del gran boom migratorio y compartido con el pueblo vecino.

Premià de Mar tiene un territorio ínfi m, no llega a los dos kilómetros cuadrados, donde viven en peculiar armonía treinta mil personas, muchas inmigradas de África y otros lugares lejanos. Este apretón llenca a penas restó habitada fin ns en el siglo XIX. El miedo a las incursiones corsàries mantenía la población acurrucada al núcleo del que hoy es Premià de Dalt. Can Manent, una de las primeras casas solariegas y hoy suyo de la biblioteca, andamio al siglo XVII, es el símbolo del arranque de la vida aquí. La propiedad era inmensa y cubría una parte importante del término municipal. En terrenos cedidos en el pueblo se levantó la iglesia, primer paso hacia la independencia que se logró en 1836. Doce años después, la llegada del primer tren de España hizo crecer la joven villa con mucha más empuja que no Premià de Dalt.

Si la agricultura y la pesca habían servido para asentar la población durante el siglo XIX y darle razón de existir, la industria fue el gran motor de crecimiento de la villa. Hoy todavía hay al paisaje premianenc tres muestras del esplendoroso pasado fabril del pueblo que cualquier paseo no tiene que evitar; es el pasado que hace entender el presente. La fábrica del gas, de estilo modernista- noclàssic y construida en 1884, es la única fábrica de gas de hulla que queda en pie en Cataluña. La rehabilitación que la ha convertido en museo es obra de Rafael de Cáceres. La Lyon Barcelona, heredera de Bartomeu Puiggròs (1898), fue la gran fábrica dedicada a la estampación de tejidos a la lionesa desde 1926. El soportal es la parte más importante de su arquitectura, y hoy todavía se conserva. La tercera es Can Sanpere, nacida en 1898 de la asociación del pionero de la industria textil local, Genís Mayolas, y de Claudio Sanpere. El céntrico solar que ocupa esta fábrica está a punto de convertirse en viviendas. Del resto del pasado textil y de estampación que dio trabajo y riqueza a los habitantes del pueblo, a penasqueda el recuerdo y un museo a medias.

Hoy Premià de Mar es una ciudad de servicios que ha asumido el papel residencial con imaginación. Un comercio activo, unas entidades vigorosas, una ciudadanía emprendedora, una cierta redescubierta del litoral como espacio de goce col•lectivo (que aumentará cuando esté acabado el puerto) y, sobre todo, la voluntad de vivir aquí, de hacer de esta tierra su lugar al mundo, dan un especial atractivo a la villa y su gente, que son el uno.

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