Manuel Mas firma el artículo de opinión "En defensa del nombre de Josep Garcia Oliver"
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La Reacción y como luchar con ella

El exalcalde de Mataró Manuel Mas abre el enfoque hacia el mundo de hoy y recomienda, en este artículo, de encarar con nuevas miradas y herramientas los retos globales que se enfrentan

Un nuevo fantasma recorre el Mundo: La Reacción.

Ante los profundos cambios que están teniendo lugar en la Humanidad en lo que llevamos de siglo XXI (una cuarta parte ya) y que se venían gestando desde antes, hay por todas partes una creciente reacción. Da miedo el futuro y se quiere detener, algo por otra parte imposible. Las sociedades van cambiando constantemente —quizá ahora de forma exponencial— gracias a los avances tecnológicos. Mucha gente ve moverse el suelo bajo sus pies, o así lo cree, y en lugar de adaptarse a esa singularidad pretenden que la Tierra (o el lugar donde viven ellos) no se mueva o incluso que vaya hacia atrás idealizando tiempos pasados que, por cierto, de ideales no tenían nada: guerras, enfermedades, hambre, muertes. Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Es la América de Trump que dice al mundo, desde su posición de fuerza económica, política y militar, cómo debe comportarse y contenerse. China, por otros procedimientos más subrepticios (recuerda a la era Meiji de Japón), se erige como una alternativa plausible a los ojos de mucha gente: mano de hierro con guantes de seda. La propuesta de Europa, bien escarmentada por sus conflictos sangrientos de los siglos XIX y XX, de ofrecer al mundo su modelo basado en el diálogo, la multilateralidad, los derechos humanos y la democracia, está contra las cuerdas entre las dos fuerzas gigantes y lastrada por sus contradicciones internas. No hay que olvidar aquí el papel que quiere tener el país más grande del mundo en extensión y probablemente en recursos: Rusia; el que también quiere tener el país más poblado del mundo: la India; y el que quieren tener los países emergentes que suben con fuerza: Brasil, Nigeria,...

La política emprendida por la nueva administración Tramp en los USA, sin rubor, explícitamente es espantosa, y muy irrespetuosa con Europa. Pero, no obstante, es la continuación de su historia como Estado. Unas comunidades de gente diversa que hace poco tiempo huían de persecuciones políticas o religiosas (el Mayflowwer); de las guerras endémicas que sufrían o provocaban ellos mismos en el Viejo Continente; del hambre y la miseria (Irlanda, Suecia, Italia,...) y que se apropian de un vasto territorio expulsando violentamente a sus ocupantes indígenas (igual que ahora vemos en Gaza) que estaban allí desde el alba de los tiempos: la “conquista del Oeste”, las guerras indias, la anexión o la compra de amplios territorios provenientes de otros ocupantes coloniales (México, Alaska), la doctrina Monroe, ..., Vietnam et al.

Ahora, dan la espalda a la Alianza Transatlántica, que con la sangre que derramaron sus hijos había liberado y protegido a Europa de angustiosas tiranías y obsesiones milenaristas y racistas. De entrada, benevolentemente. Sí, pero después lo cobraron con creces. Dejan tirados y ponen a los pies de los caballos de los nuevos depredadores a sus antiguos aliados echándose atrás de los pactos defensivos que habían firmado. Que se espabilen, dicen. Para ellos el “pollo”.

En nuestra casa vuelven con fuerza los carlistas: Dios, Patria y Fueros, ante una sociedad laica, mezclada y moderna. La fuerza de la reacción es grande pero creo que la situación actual de nuestra sociedad es imparable. Vamos hacia otra sociedad, se quiera o no. ¿Cómo haremos funcionar la economía si no? ¿Pretendemos vivir en la “vieja sociedad” de costumbres y constricciones? Imposible, a menos que se haga a costa de grandes sacrificios y renuncias, individuales y colectivas.

El miedo al futuro que se vislumbra no podrá detener los cambios demográficos, económicos y sociales que se están dando. Ciertamente pueden establecerse límites, o hay límites a los cambios, especialmente en materia medioambiental, pero la fuerza de los cambios no tiene freno, creo que hay cosas que no podrán retroceder, que no se pueden detener.

En Cataluña, los carlistas lo intentaron (detener los cambios) en el siglo XIX y fueron derrotados. Los que quieren hacerlo ahora, en el siglo XXI, también y, pese a su estéril griterío, tampoco lo lograrán. Estamos en medio de la tercera ola migratoria hacia Cataluña y el resto de España en los últimos cien años. Pero esta es distinta, de tierras lejanas, muy lejanas, no como las dos oleadas anteriores. Esto comporta una problemática distinta y nueva que debe afrontarse con otras herramientas y procedimientos. Lo que construimos en los años ochenta del siglo pasado ya no sirve. La escuela, para empezar, Rosa Sensat ya no es de este mundo; TV3 y la comunicación tradicional tampoco.

El mundo global es una realidad por mucho que no se quiera ver. La bandera con la Cruz de Borgoña no ondeará mucho. Quizá un tiempo en manos atemorizadas, pero será arriada por las nuevas realidades. Habrá —quizá ya las hay— nuevas banderas, nuevos himnos, nuevos poderes, nuevas gobernanzas.

La lucha contra la reacción, tras reconocer su causa: el miedo al futuro, el miedo a la libertad (hay que volver a leer a Erich Fromm), la inseguridad de todo tipo que ya está instalada entre nosotros, pasa por explicar que esta nueva realidad es imparable y que debemos afrontarla con nuevas herramientas, no con las que se construyeron en la etapa de la industrialización, que ya están superadas, sino con las que necesitamos para un mundo global donde todos tenemos cabida si somos capaces de construirlas. Vamos, pues.

Temas a pensar: la formación y la información; la movilidad de todo y de toda clase; la aceptación de la mezcla; la inmigración; y sobre todo, detener la locura de los ricos... y de los tontos.

“Creo que el hombre que elige el progreso puede encontrar una nueva unidad mediante el desarrollo de todas sus fuerzas humanas, que se producen en tres orientaciones. Éstas pueden presentarse por separado o juntas: la biofilia, el amor por la humanidad y la naturaleza, y la independencia y la libertad.” Eric Fromm

Mataró, 8 de diciembre.

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