La playa de Mataró, hoy espacio de paseo y baño, fue hace cinco siglos un centro estratégico de construcción naval. Según un estudio del Centre d’Estudis d’Arqueologia i Història de Mataró, elaborado por el historiador Daniel Daví i Salvanyà y publicado en Raco.cat, aquí se construyeron galeras por encargo real con madera procedente de los bosques de Dosrius y Canyamars.
A principios del siglo XVI, el Maresme contaba con una extensa masa forestal que suministraba madera y carbón a Barcelona. Esta materia prima era clave para calentar hogares, alimentar hornos de pan, fundiciones, alfarerías y vidrierías… pero también para fabricar grandes embarcaciones. La documentación notarial de la época revela que el 21 de febrero de 1521 los jurados de Mataró recibieron la orden de construir galeras directamente en su playa. La madera debía salir de los torrentes y bosques vecinos, pero el mal estado de los caminos impedía el paso de carretas. La solución fue contundente: un hombre de cada casa del municipio debía dedicar un día a abrir paso para que los troncos pudieran llegar al mar.

Galeras españolas en el siglo XVI
Los navíos más grandes de Cataluña se hacían en Mataró
Según recoge Daví, el cronista Pere Gil ya destacaba que los navíos más grandes de Cataluña se hacían en Mataró porque su playa era lo suficientemente profunda para botarlos y porque desde el Maresme se podía llevar fácilmente toda la madera y hierro necesarios. Pero esta actividad intensiva tuvo consecuencias: la demanda de madera para galeras, sumada a la presión de hornos y viñedos, provocó una fuerte deforestación. Tanto es así que en 1561 se prohibieron las talas de árboles aptos para construcción naval, y en 1575 se impulsó una reforestación masiva: veinticinco campesinos mataronenses se comprometieron a plantar más de 14.700 pinos y 526 álamos.

Las playas de Mataró y del vecindario de la Torre de Argentona —actual término municipal de Mataró— servían como cargadero de madera y carbón. Allí se levantaban “botigas”, almacenes donde los campesinos llevaban la mercancía hasta que embarcaba hacia Barcelona u otros destinos. Los contratos notariales estipulaban con precisión la cantidad, el tipo de madera o carbón, el precio e incluso si la entrega se hacía “a mar” o en puntos concretos como el “trast” de Mataró.
Un ejemplo significativo es el de 1522, cuando tres vecinos de Dosrius prometieron llevar al cargadero de la Torre de Argentona piezas de pino cortadas y aserradas para construir galeras y otros barcos. Al año siguiente, el baile de Barcelona contrató el transporte de veinte piezas de pino —incluyendo el timón y el codaste— y cuarenta palancas desde Dosrius y Argentona hasta la playa, de donde partirían hacia la capital para la construcción de un navío.
Un puerto natural sin muelles
Este estudio de Daniel Daví i Salvanyà no solo rescata datos concretos, sino que ofrece una imagen viva de la Mataró del siglo XVI: un puerto natural sin muelles, donde el sonido de las hachas en los bosques de Dosrius resonaba hasta la arena, y donde las galeras destinadas al rey tomaban forma antes de enfrentarse a los mares.
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