Les Santes de Mataró se basan en una reiteración casi endémica, unas pautas que se siguen y que hacen que el color y motivo de las camisetas del año sean a menudo la única forma de diferenciar un año del otro, porque cada día tiene sus actos y estos suelen desarrollarse exactamente igual que el anterior. Así es y no hay queja. El ritual tiene un porqué y la ciudadanía lo conoce. Por ejemplo, el 24 es como un rito iniciático. Es la dosis exacta que hace rebosar el vaso del año y que, por tanto, implica un cambio de estadio. El 24 de este 2025, sin embargo, ha respondido a la lógica imperante con dos novedades que merecen ser reseñadas. Dos sorpresas de carácter inédito.
Situémonos junto a Les Esmandies antes de las seis de la tarde. Además de procurarse un lugar para ver la Gegantada, ahora la mataronada tiene otra preocupación: tener cobertura para abrir el radar, adivinar colores y profetizar si sufriremos o no. Ley de vida de las nuevas Santes de los últimos años. Este 24 ha comenzado con la ciudad notablemente tocada por la tormenta de la madrugada anterior y además los hombres y mujeres del tiempo ya van diciendo aquello que dicen que no quieren decir que lloverá, con toda la perífrasis que se quiera. El hecho es que los Gigantes, a docenas, tienen clara la cita y ya están en la Ronda d’O’Donnell que –este año que el bueno de Josep ha muerto– conviene recordar que en Mataró mucha gente la llama ‘de en Nonell’ porque es un apellido bastante más capgròs y Can Bonminyó estaba por aquí.

Los Gigantes lo desbordan… y en Maneló sorprende
El catálogo de gigantes, gigantas, enanos, enanas y algo más de todo que despliega la Gegantada siempre parece un recuento creciente. Como cuando en el cajón de las cucharillas parece que ya no caben más. La Coordinadora se ha puesto manos a la obra, ha hecho que el acto incluso empezara antes del horario convenido y lo ha cerrado con una coreografía común. Todo por el 25º aniversario de la Gegantada. Ya tienen Les Santes que, como son contemporáneas en esencia, todos los actos y protagonistas celebran aniversarios redondos como estos bastante a menudo. En todo caso, felicidades.
La Gegantada llena a rebosar, como siempre, y en su paso por un mismo punto del espectador no presenta novedades hasta que la cierran los Gegants de Mataró, que comparecen con elegancia y con un Maneló sorprendente. 75 años después de venir de Terrassa a casarse con la Toneta, el joven de en Robafaves va de estreno. Como quien al abrir los ojos en la barbería primero se asusta un poco, la imagen de la nueva cabellera del gigante es realmente impactante. Más melena, peinado diferente, todo un aire nuevo. Hay peinados que duran pocos días en la cabeza de la gente, habrá que seguir al gigante.
Peiró, góspel y Cabanelles
El 24 rompe el hielo de la fiesta en distintos sentidos y lugares. La Llar Cabanelles se estrena con buena afluencia y –dicen– buen nivel de espectáculos. Y conviene celebrarlo y habrá que ir. En el Patio del Cafè Nou una demostración de vidrio soplado precede el acto de homenaje y memoria a Joan Peiró Belis, asesinado en Paterna tal día como hoy de 1942. El encendido de su monumento cierra el acto. En paralelo y abajo en el mar, GospelSons –también de aniversario– se encuentra más cómodo en el Callao, igual que después lo harán las Havaneres.
Ya cuando todo esto sucede, se contempla por todas partes lo evidente de la otra gran sorpresa. El frescor hace que la gente se abrigue. Una capa, mucha gente. Ya no solo frioleros y frioleras.

Havaneres donde toca
En las Havaneres se ven sudaderas, camisas e incluso algún tipo de abrigo. Casi más vestimenta de Sant Simó que de Les Santes: la escena es curiosa. Donde no corre el aire es junto a la barra del ron quemado donde se consigue el vaso de barro y también por el mismo precio la queja de la entidad de que no les dejen vender otra cosa que el ‘producto emblemático’ de la cantada. El barullo y tapón humano alrededor de la barra mientras aún no se ha quemado del todo el ron es espectacular, igual que la ubicación del Callao –recuperada este año– es la que toca y lo demuestra con una especie de lógica imperante que lo encuadra todo. El pinar y las palmeras encajan, los lavabos, el ir y venir. Todo queda en su sitio. Todo queda redondo. Y la mucha gente –y las capas de abrigo– se multiplican.
Los dos grupos de Havaneres captan bien la atención pero las ordenan de forma inversa. Els Cremats se lanzan de entrada a un repertorio más heterodoxo y –detrás– Arjau son de un canónico que parece que quieren mecer el primer sueño de la gente. Acaban ambos con *La bella Lola* y *El Meu Avi*, cantando al unísono y sin vacilaciones. Y tan pronto como termina todo el mundo corre a casa. Trabajo hecho, son las doce y media, ya es 25.
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