Mataró conserva, desde hace más de 175 años, una de sus joyas más preciadas. No hace falta buscarla bajo ninguna campana de iglesia ni detrás de vitrinas: cada 27 de julio, en plena Fiesta Mayor, resuena con fuerza en el interior de la Basílica de Santa Maria. Es la Missa de les Santes, también conocida como Missa de Glòria, una obra monumental del joven seminarista mataroní Manuel Blanch Puig, escrita en 1848. Esta composición es, para muchos, el alma musical de Mataró y uno de los símbolos más relevantes de su patrimonio cultural e identitario.
Este 2025, a las puertas de una nueva edición de Les Santes, la ciudad vive un hito histórico: por primera vez, se publica la partitura completa. Una publicación que no solo significa un acceso abierto y transversal a su estudio e interpretación, sino también un gesto simbólico de reconocimiento y estima hacia un legado vivo que ha superado guerras, cambios de época y corrientes musicales.
El anuncio lo hizo la Comissió Gestora de la Missa: la partitura oficial de la Missa de Glòria ve la luz en formato impreso. No es solo para músicos o expertos. Está disponible para todo el mundo. Se trata de una versión revisada, rigurosa y con vocación divulgativa, pensada para preservar su esencia y, al mismo tiempo, adaptarse a la realidad interpretativa actual. La noticia ha despertado emoción y orgullo en la comunidad musical y ciudadana mataronina. “Es un paso adelante muy grande”, afirma el director e impulsor de la iniciativa, Lluís Carné i Miguélez, quien ha liderado el proceso de revisión y edición. “Significa establecer una base sólida, clara y fiel, pero sin cerrar puertas a futuras lecturas. Esta Missa siempre ha estado en movimiento”.
Reconstruir y fijar una obra cambiante
La historia de la partitura es un pequeño laberinto de anotaciones, copias, recortes y revisiones. La partitura original, supuestamente de manos del propio Blanch, se cree desaparecida. Hay quien sugiere que podría encontrarse en los archivos de la Scala de Milán, pero, como reconoce Carné, “no es algo que me obsesione. Quizás algún día aparece, pero tenemos suficiente material para hacer una edición rigurosa”. Lo que sí se conserva son diversos materiales paralelos, incluyendo particellas manuscritas de Mossèn Blanch, anotaciones marginales y, sobre todo, una partitura transcrita por el maestro de capilla Mossèn Francesc de Paula Pau Mas i Oliver, que se utilizó hasta 1946. Aquella partitura fue modificándose para adaptarse a corrientes musicales y posibilidades interpretativas diversas.

Con los años, directores como Enric Torra, Jordi Arenas, el propio Carné, Francesc Cortés, Jordi Lluch, los históricos Pere González y Josep Canals o más recientemente Clàudia Dubé y Gabriel Miralles, han contribuido a recuperar partes olvidadas y a establecer criterios interpretativos más fieles al espíritu original. “Cuando empecé a dirigirla en 1993, ya vimos que se tenían que rehacer las partituras. Se informatizaron, se trabajó a fondo y cuando le tocó a Clàudia dirigirla quedó claro que hacía falta una versión definitiva. Este trabajo lo hemos ido haciendo durante 20 años”, recuerda Carné.
Una tarea compleja
La nueva edición constará de tres formatos: la partitura completa para coro, solistas y piano; una reducción para corales; y una versión para estudio y ensayo. Se indican todas las variaciones históricas conocidas y se respeta la flexibilidad propia de la obra. “No es una obra cerrada”, insiste Carné. “Es como una ópera: puedes interpretarla entera o hacer fragmentos. El mismo Mossèn Blanch ya la modificaba en vida”. Entre los elementos más complejos de fijar está la distribución vocal. En su origen, la Missa se cantaba exclusivamente con voces masculinas —niños hacían las partes de soprano—, pero con el paso del tiempo las mujeres entraron. En 1971, Arenas y Torra fueron los primeros en sustituir a un tenor que hacía de contralto por una mujer, un gesto que marcaría un antes y un después.
A lo largo de los siglos, la Missa ha sufrido múltiples recortes. Se estima que se perdieron hasta 20 minutos de música. Con el esfuerzo acumulado de varios directores y musicólogos, se han recuperado, hasta hoy, buena parte de ellos. Esta versión publicada incluye todos los fragmentos conocidos. “Hay pasajes que hacía casi 100 años que no se escuchaban. El *Sanctus Spiritu* es un ejemplo”, explica Carné. “Es muy emocionante volver a escucharlos en vivo, recuperados, con orquesta. Hemos llegado a una partitura completa, sólida y coherente”.

Una herramienta para revitalizar la Misa
La Misa no es solo una composición; es una vivencia colectiva. Cada año en Santa Maria, más de cien cantantes se unen para interpretarla ante cientos de fieles. Y para muchos, es mucho más que un concierto: es una comunión emocional, una tradición viva. Con esta publicación, cualquier cantante o ciudadano podrá comprar su copia. “La idea es que esté al alcance de quienes la cantan, pero también de quienes quieran estudiarla o amarla”, dice Carné.
Y no es una cuestión menor. La publicación busca también revitalizar el coro de la Misa. “Necesitamos savia nueva”, admite. “Hay una crisis coral, y hay que saber afrontarla. La Misa puede ser un motor para volver a implicar a la gente, pero hay que hacerlo desde la base, con ilusión y respeto”.
Con la publicación, la Misa entra en una nueva etapa. Mataró no solo conserva, sino que proyecta. No solo venera su patrimonio, sino que lo comparte. Y eso abre nuevas posibilidades: interpretaciones fuera de la ciudad, estudios académicos, grabaciones fieles. “Es una obra colectiva”, destaca Carné. “Sin Clàudia Dubé ni Gabriel Miralles, no habríamos llegado hasta aquí. Han sido clave. Y la Comissió Gestora ha sido una herramienta extraordinaria para poder trabajar con tranquilidad y rigor”. Sobre si esta edición es definitiva, él sonríe: “Más larga, no. Quizá aún haya algún fragmento oculto, quién sabe. Pero lo que tenemos ahora es una base sólida para muchos años. Una herramienta, no un dogma. Una puerta abierta, no un muro”.

La huella de Mossèn Blanch
Mossèn Manuel Blanch Puig, compositor de la Misa, sigue siendo un nombre poco conocido fuera de Mataró. Pero tal como explica Carné, tiene una obra extensa y aún poco catalogada. “Estoy haciendo un estudio de sus composiciones, hay cosas muy interesantes. Después de la monumentalidad de la Misa, las otras obras son más breves, pero tienen un gran valor musical”.
Con la publicación de la partitura de la Misa, la ciudad hace justicia a una de sus obras más emblemáticas. Y lo hace con rigor, pasión y una clara voluntad de futuro. Porque la Misa engancha, atrae como la joya que es y debe conservarse arraigada a su ciudad. Como dice Carné: “El primer acorde de la Misa te genera una energía brutal. Cuando arranca, ya no puedes parar. Cada vez que la escucho, es como si fuera la primera. Y eso es lo más grande que puede tener una obra: emocionar siempre”.
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